Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

lunes, 31 de diciembre de 2018

Rituales de fin de año

Estas fechas tienen siempre algo de especial. Hace poco leía en algún sitio que nos empeñamos en ir contra natura, el invierno es época de introspección, de recogernos en nuestras "madrigueras" y mirar hacia dentro, no hacia afuera. Pero llega la Navidad y todo es quedar con gente, celebrar comidas y cenas en familia, con amigos, con los compañeros de trabajo... Todo eso está muy bien si realmente lo disfrutamos pero estaréis conmigo en que llega un momento en que nos satura y ya no digo nada si además nos sentimos obligados a juntarnos con gente con quien no nos apetece (que no es mi caso, afortunadamente) En cualquier caso, es una época perfecta para hacer repaso del año que está a punto de terminar y prepararnos para el siguiente. No deja de ser una cuestión de calendario, como los buenos propósitos de septiembre, pero está bien que haya fechas que en cierta forma nos "obliguen" a parar y reflexionar.

Es una época también de rituales. No necesariamente mágicos, aunque se me ocurrió hacer una búsqueda por "rituales de fin de año" en google y me salían hasta hechizos pero bueno, allá cada uno. Lo nuestro es algo mucho más sencillo pero es cierto que tenemos nuestros pequeños rituales. No todos los repetimos todos los años pero muchos sí. Os cuento alguno de ellos:

- El calendario de adviento. Pero no sólo abrir una ventanita y comernos la chocolatina. No, no, nada de eso. El adviento es un tiempo de reflexión y como tal nos lo tomamos. Desde el 1 de diciembre, sea en la comida o en la cena (la que hagamos todos juntos) un miembro de la familia plantea una pregunta y la comentamos todo. Suelen salir cosas como qué ha sido lo mejor de este año, qué retos nos proponemos conseguir para el que viene, lo que más nos gusta a unos de otros, lo que cambiaríamos en nosotros mismos y en los demás... bueno, este tipo de reflexiones.

- El calendario del año. Ésta me gusta especialmente a mí: seleccionar las mejores fotos de cada mes y utilizarlas para personalizar un calendario de 2019. En mi caso lo hago con Hofmann pero hay muchas opciones. Luego regalamos un ejemplar a la familia más cercana. Unos le hacen más caso que otros pero a mí me gusta como recopilatorio del año y me consta que a ciertos miembros de la familia les hace especial ilusión recibirlo así que continuamos con ello.

- Lo hemos hecho pocas veces pero me gusta como ritual ir al ballet con mis padres y mi hija antes de Navidad. Este año le ha tocado al Cascanueces, con una compañía bastante buena además.

- Patinar sobre hielo. Este año todavía no lo hemos hecho, lo tengo en la lista de pendientes.

. Colgar nuestros deseos en el árbol de la Plaza del Pilar. Este año solo Sofía y yo por ahora, aprovechamos el día de la suelta de globos para hacerlo. Veremos si los chicos también se animan.

- Y hablando de deseos para el año entrante, desde un par de años, hemos optado también por escribirlos en papelitos el día de Nochevieja y, justo después de las campanadas hacer algo especial con ellos en familia. Las dos últimas veces los hemos lanzado al aire atados a globos de números formando el año, pero para esta vez (obsesionada como estoy con esto) vamos a probar a escribirlos en papel de semillas y plantarlos en una gran maceta, ¡a ver cuánto crecen!

Aparte de estos pequeños "rituales" en familia yo tengo mis propias manías personales. Por ejemplo, me gusta empezar el año con las sábanas recién cambiadas y la casa lo más limpia y recogida posible (mi casa no es precisamente de las de catálogo pero hacemos lo posible) También me suele gustar estrenar pijama cuando me acuesto al volver de celebrar la Nochevieja pero esto tampoco me sale siempre bien.

Te invito a contarme en comentarios tus propios rituales o manías, pero en cualquier caso, aprovecho para desearte un muy feliz fin de año y un excelente 2019 en el que sigamos junt@s a través de este blog o de cualquier otra manera que nos convenga.

¡¡¡FELIZ AÑO!!!

viernes, 28 de diciembre de 2018

Cuentos al viento

Vuelvo con otra actividad de atrapavientos. Mi hija está participando este año en uno de sus laboratorios de jóvenes novelistas y hace unos días me invitó a participar con ella en una de las sesiones, en la que debíamos escribir un breve relato que después se lanzaría al viento junto con otros muchos como parte de la iniciativa "cuentos al viento" Por supuesto, estos chicos piensan en todo y absolutamente todos los materiales utilizados, desde el papel hasta el globo, pasando por el cordón que los une, son biodegradables. Caiga donde caiga, en un breve periodo de tiempo se deshará sin causar ningún daño al medioambiente. Pero, si entre tanto nuestro cuento tiene la suerte de ser encontrado por alguien (difícil, pero no imposible, han sido hallados unos cuantos ya, incluso fuera de nuestras fronteras) por la parte de atrás del papel viene explicado en qué consiste la iniciativa y cómo contactar con atrapavientos para notificar el hallazgo. Son sorprendentes las historias a las que da lugar algo tan sencillo como lanzar tus pensamientos al aire y dejarlos volar. En el blog de cuentos al viento podéis leerlas.

En nuestro caso, Sofía y yo escribimos nuestros relatos el día 15 de diciembre y los soltamos, en un acto multitudinario desde la plaza del Pilar de Zaragoza el sábado 22. 


Ojalá nuestros relatos lleguen a alguien que se emocione al encontrarlos y nos lo cuente. Por si acaso, os dejo por aquí el mío, que también es una forma de lanzar mis pensamientos al viento, aunque sea virtual.

"Es uno de esos días raros. El café me ha sabido especialmente rico y la playlist que hoy me sugería Spotify  ha estado más acertada que nunca, pero tengo esa sensación extraña que últimamente se empeña en invadirme en los momentos más inoportunos.

Miro al cielo. La luna siempre me inspira. A veces hasta me da ese instante de paz balsámica que necesito para expulsar a mis demonios y darle la vuelta a mi estado de ánimo antes de comenzar de verdad mi rutina diaria.

Pero hoy no hay luna.

A cambio veo una gran nube multicolor volando frente al espantoso edificio que acompaña mis mañana. Son varias decenas de globos con papelitos colgando. Sé lo que es: decenas de historias al viento; pensamientos, poemas, fantasias o recuerdos de mentes trabajando juntas para hacer volar su imaginación. Magia pura que me recuerda la rutina no existe."

domingo, 16 de diciembre de 2018

Momentos

Esta mañana una de esas nostalgias mañaneras de facebook que tanto me gustan me recordaba que hace 5 años publiqué lo siguiente:

En clase de mi hija estaban trabajando las descripciones de personas. Parte de su descripción de la aquí presente fue algo así como: "sus ojos son alegres cuando está contenta y terroríficos cuando se enfada" No puedo decir que no me guste ser capaz de adoptar una mirada terrorífica. ¿Seguirá funcionando cuando sean adolescentes? no, no, no contestéis, gracias, dejadme mantener la ilusión


No sé yo si mantengo esa capacidad ahora que ya son más mayores pero en fin. El caso es que el textito de marras me ha recordado más cosas. No sé por qué he viajado mentalmente en el tiempo y he pensado en aquella época en que, antes de irnos, ellos al cole y yo al trabajo, uno u otro me aplicaban con todo cuidado la base de maquillaje con la brocha que llevaba incluida.

De ahí he saltado a otra temporada (probablemente la misma, ahora que pienso) en que teníamos una curiosa rutina. El primero en saltar de la cama siempre ha sido maridín. A mí me cuesta horrores. Durante mucho tiempo, sobre todo Guille, Sofía es más como su padre, cuando por fin se levantaba de la cama se venía a la mía un ratillo y ahí nos quedábamos los dos holgazaneando un ratito más, nos esperábamos mientras el uno o el otro iba al baño, y por fin salíamos los dos, aún medio adormilados a desayunar.

Habrá muchas más, seguro, algunas las mantenemos, como nuestra tradición de las charlas durante el periodo de adviento antes de abrir la ventanita correspondiente del calendario, o ciertas carreras que todavía hoy corremos juntos. Otras que ya vamos dejando, como vaciar calabazas y disfrazarnos juntos en Halloween, patinar sobre hielo en navidad (salir juntos a patinar en realidad), o cuando Sofía y yo  nos pintábamos cada uña de un color, en verano, en el pueblo... (esta la hemos cambiado por ponernos mascarillas en la cara juntas, hay que evolucionar) y, hablando de costumbres del pueblo, disfrazarnos en familia para el concurso de las fiestas... madre, ¡si hemos dejado de hacer cosas! claro, que vamos inventando otras nuevas, faltaría más.

Buscaba una imagen de algún otro momento y, seguro, me quedo con ésta, de cuando me disfracé de ratita presumida para la clase de infantil.




¿Qué momentos recuerdas tú con especial cariño? ¡Cuéntame!

sábado, 10 de noviembre de 2018

Comunicación asertiva

Vale, vale, ya escucho las carcajadas de algunas. Sí, yo también lo llevo fatal, pero dentro de poco, me voy a ver en una situación que me temo que va a poner a prueba toda mi capacidad de control, que ya sabéis que mucha, mucha no es, y decidí hace unos días aprender todo lo posible sobre comunicación asertiva para tratar de evitar una catástrofe con alguien que, pese a todo, merece que haga ese esfuerzo.

No, no pienso contaros de qué va la cosa, que cada uno piense lo que quiera. El motivo da igual. La comunicación asertiva sirve absolutamente para todo. Con la pareja; con los hijos; con el resto de familia, propia y política; con amigos, con compañeros de trabajo, con jefes; hasta con algún desconocido que otro, que hay algunos que también se creen con derecho a opinar de todo, ¿a que sí? 



¡Qué bonito esto de la asertividad! ¿verdad? ¿y cómo se consigue esto? pues francamente, yo qué sé... en ello estoy. Y de verdad que lo intento, pero reconozco que últimamente estoy que pincho, gruño y muerdo. Salto a la mínima, contesto mal, muy asertivo todo. Como en muchas y variadas ocasiones me dice mi marido, que no en vano me conoce mejor que nadie, "sí, sí, tú la teoría la llevas estupendamente pero lo que es la práctica..." Pues eso. Aquí ando, estudiando y teorizando. He aprendido por ejemplo que la asertividad no es simplemente decir lo que piensas. Primero tienes que comprender lo que necesitas (sin juzgar, que esto es muy mindfulness también) y hacerte responsable de tus emociones. A partir de ahí ya puedes hacer una petición CONCRETA (no vale eso de suponer que los demás van a adivinar lo que quieres, estaría bien pero no, eso nunca funciona, si lo sabré yo) 

En teoría parece muy fácil, y es algo que deberíamos enseñar también a nuestros hijos. Pero ¡ay!, que no se enseña tanto diciendo como dando ejemplo. Y esto no es tan fácil. ¿Sabemos todos identificar correctamente nuestras emociones? ¿asumir que no todas son agradables pero sí necesarias? Vuelvo al mindfulness. ¿Somos capaces de observarlas sin juzgarlas? ¿de comprenderlas y agradecerlas?

Y, por lo menos para mí, el más difícil todavía... ¿somos capaces de expresarlas? ¿reconocerlas ante los demás? a veces por miedo; a veces por vergüenza, por el qué dirán, o qué van a pensar de mí, ni locos reconoceríamos ante según quién lo que estamos sintiendo, ¿cierto? y entonces, ¿cómo vamos a ser capaces de establecer una comunicación asertiva? requiere una sinceridad que no sé si estamos dispuestos a dar... ¿no requiere también un cierto nivel de confianza con la otra persona? no sé, no sé, yo lo intento, que no se diga, pero estoy viendo que ésto me va a costar un mundo... ¿y cómo educo yo a mis hijos en este concepto si yo misma no lo domino nada? un par de vidas más voy a necesitar para esto... 

jueves, 1 de noviembre de 2018

El cementerio de miedos (editado)

Hablando de hacer cosas nuevas: esta misma mañana he hecho otra. ¿Se os habría ocurrido alguna vez escribir, en un cementerio y en papel especial de semillas, sobre tus miedos más profundos para luego plantarlos allí mismo? ¿Enterrar tus miedos? ¿Sacarlos de ti para convertirlos en algo totalmente nuevo? A los chicos de Atrapavientos, de los que ya os hablé hace tiempo en esta entrada sobre otra de sus fantásticas iniciativas, sí se les ocurrió. 

Así que, esta mañana, nos hemos plantado Sofía y yo en el camposanto viejo de Zaragoza, donde este particular cementerio de miedos ya tiene su propia parcela, para enfrentarnos a otra nueva experiencia como plantadoras de historias

Si habéis seguido los enlaces ya habréis visto de qué va la idea. Genial, ¿a que sí? aunque os reconozco que he tenido un momento de cortocircuito mental cuando hablaban de otro de sus planes: escribir sobre los sueños y plantarlos para que crezcan... y he pensado "¡qué chulo! hacer crecer tus sueños en forma de planta." Y a continuación "uy, ¿y los miedos? ¿voy a hacerlos crecer también?" Aquí hay interpretaciones tan variadas como los participantes en estos talleres, claro. Hay quien piensa que es una forma de sacar de ti los miedos, mantenerlos lejos pero controlados. Hay quien se conformará con que queden enterrados, y quien definitivamente no se anime a darles la menor posibilidad de crecer y desarrollarse.Tampoco es obligatorio enterrar tu papel si no quieres. O puedes llevártelo a casa para plantarlo en tu propia maceta, o hacer un mix, como hemos hecho algunos. Guardarnos un trocito del papel para casa y plantar el resto en el cementerio. 



No os voy a trascribir todo lo que he escrito pero sí os dejo con mi reflexión final sobre si plantarlo o no: 

Bien pensado, sí quiero desenterrar todos estos miedos, para volver a enterrarlos, sí, pero de una manera distinta, que los convierta en otra cosa: en una planta viva, con sus peculiaridades, sus problemas y su propia lucha por vivir. 

En concreto lo que yo he hecho ha sido arrancar cuidadosamente el trocito de papel en el que contaba mis dos miedos más personales (dentro de lo confesable, no olvidemos que ésta era una actividad pública) y guardarlo para plantarlo en casa. Hasta me he ido a comprar una maceta especial  para ellos. Puestos a dejarlos crecer y darles su propia vida fuera de mí, quiero que mis miedos crezcan sanos y fuertes y se conviertan en árboles de provecho (lo que va a ser difícil dadas las semillas del papel, pero valga la metáfora)


Estoy pensando que en realidad sí podría transcribiros el texto completo. Escribía sabiendo que luego iba a leerlo en alto (y encima rondaba la tele) así que ha sido una incursión muy superficial en mis miedos. Tampoco es fácil entrar ahí. A los clásicos sí, claro, pero entrar de verdad a rascar esas capas y capas de escayola con las que vamos cubriendo nuestras más profundas inquietudes, los miedos de verdad... esos ya no son tan fáciles de traer a la superficie. Me lo quedo como deberes para un próximo ejercicio, esta vez en privado y con calma y tiempo por delante (y un buen café, claro)

Y aún se me ocurre otra utilidad de este maravilloso papel de semillas. ¿Sabéis esas ocasiones en las que tienes tanto que decir a una persona que no sabes ni por dónde empezar? ¿o no estás seguro de ser capaz de llevar la conversación por donde quieres y sin alterarte? ¿Os imagináis escribir una carta con todo eso, de verdad, como si nadie la fuera a leer? Luego puedes elegir si se la muestras o no. Si  la guardas celosamente para ti mismo, si directamente la plantas en una gran maceta y esperas a ver qué sale de ahí, si le das la opción a esa persona de leerla y después plantarla ella misma. O plantarla juntos incluso.

Definitivamente necesito más papel de semillas. Se me ocurren demasiadas cosas a las que quisiera dar vida de otra manera. 

domingo, 28 de octubre de 2018

¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?

Ya sabéis que soy muy fan de esa retorcida pero sin embargo interesantísima frase de ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez? la respuesta no debería implicar nunca mucho tiempo, bastantes rutinas tenemos ya en nuestras vidas como para no lanzarnos de vez en cuando a probar cosas nuevas.

Hago trampas escribiendo esto justo hoy, supongo, porque ahora mismo mi respuesta es "ayer". Con motivo del primer aniversario del club de las diviñas de la siempre dinámica y sorprendente Eugenia Blanco, anoche mismo me enfrenté por primera vez en mi vida (que no me oigan las diviñas) a una cata de vinos de verdad. En serio, cuando me vi con la hoja de cata delante y todas esas palabras que se suponía que debía aplicar a los vinos que íbamos a probar tuve un bloqueo mental similar al temido síndrome del folio en blanco. También tuvimos folio en blanco, por cierto. Cortesía esta vez de Belén Soria, que tuvo a bien sortear entre nosotras un informe de grafología, para lo que tuvimos que escribir unas líneas sobre el vino. Ahí no hubo síndrome, solo un vago ¿sólo un folio? no me cabe todo lo que quiero contar... pero me moderé. Demasiado pronto para empezar a desvariar, ni siquiera habíamos probado el primer caldo, un párrafo sería suficiente.

No, no era una cena normal, ni un aniversario normal, ni una cata normal. Con las diviñas el concepto de normalidad adquiere tintes difusos, como a mí me gusta.  Con deciros que acabé con un micro en la mano (muy valiente Eugenia dejando semejantes instrumentos en mis manos) Hubo un par de sorteos más durante la noche. Uno de algunos ejemplares de mi libro "El pijama mágico" (os recuerdo que la segunda parte está ya en el horno, por ahora sin fecha de publicación pero haciéndose a fuego lento) y otro de un ejemplar de "Un jardín entre viñedos", de Carmen Santos. No tuve la suerte de que me tocara pero ya sabía que no iba a irme de esa cena sin un ejemplar entre mis manos (vinos, París, Zaragoza, Cariñena... ¿cabía alguna duda de que se venía conmigo? ya lo he empezado, claro). Ya que la autora tuvo la amabilidad de acompañarnos durante la cena, tuve el gran honor no sólo de conocerla y que me firmara su novela, también (cosas del caprichoso destino) de que ella fuera una de las agraciadas en el sorteo de mi libro.



La foto del café y la agenda pertenece a otro momento del mismo día, aunque esa es otra historia.

Pero hablaba yo de mis notas de cata (no, no he venido aquí a hablar de mi libro, como aquél que todos recordamos). Superado el primer instante de pánico en plan "pero si no yo no sé nada de vinos, ¿cómo voy a rellenar esto?", entró en acción por fin la parte racional del cerebro que todos tenemos (sí, todos, algunos más escondida que otros pero todos) y recordé que yo estaba allí para divertirme, que para disfrutar del vino no hace falta saber muchísimo sobre él, pero siempre es bueno aprender cosas (sobre vino o sobre lo que sea, aprender siempre, siempre, siempre, es bueno) y que oye, alguna vez tenía que ser la primera y qué mejor ocasión que en tan buena compañía.  Fue divertido. Seguro que no acerté demasiado,  y confieso que me guardé celosamente la hoja para preguntarle al experto de la familia por esos términos que no tenía demasiado claros, pero me resultó más fácil de lo que pensaba. A veces le tenemos miedo a ciertas cosas solo porque no las hemos hecho nunca. O porque pensamos que todos los demás lo van a saber hacer mejor que nosotros. Ninguna de esas razones es excusa para no intentarlo.


No lo olvidéis, la respuesta a la pregunta del título nunca debería ser más de unos meses. Piensa en eso que siempre has querido hacer y nunca te has decidido. ¿Te lo propones de aquí a fin de año? No dejes de contármelo en los comentarios.

domingo, 14 de octubre de 2018

Sobre Maslow, el ego y el desapego


Hacía ya tiempo que no escribía nada por aquí, demasiado. Me recuerda a otra época de mi vida en la que también el trabajo me apartó de mi afición. Como entonces, ahora tengo la cabeza llena de cosas que no deberían estar ahí y que no me dejan dedicar tiempo a lo que me gusta.

Hace poco, comentando con alguien mi relativo malestar en el trabajo y esto del dichoso Maslow y su pirámide, que hace que no estemos nunca contentos con lo que tenemos, me contestó, muy segura de lo que decía: “pero eso es ego” Y de repente algo hizo clic en mi cabeza y, aun sin tener muy claro cómo ni por qué, me di cuenta de que sí, era un problema de ego que debería investigar. En paralelo, me llegó una imagen interesante sobre el desapego y sonó otro clic en mi cabeza. Así que aquí ando, entre Maslow, mi ego y un intento de desapego, tratando de encontrar la manera de estar a gusto con lo que tengo en vez de andar buscando siempre otra cosa. ¿Lo conseguiré? Pues no lo sé, conociéndome seguro que no, a mí lo de quedarme en una zona de confort siempre me ha parecido extremadamente aburrido así que supongo que en cuanto tenga oportunidad de reinventarme de nuevo, lo haré y dejaré atrás otra etapa para emprender la siguiente. Pero entretanto, algo tendré que hacer para sentirme de nuevo a gusto en la piel que me ha tocado llevar esta vez.
Investigando sobre el ego, he aprendido algunas cosas. Todos tenemos un fondo, o yo esencial, pero también una construcción mental de quiénes somos, una autoimagen “fabricada” a base de nuestras experiencias y creencias. Todos necesitamos un ego, no es nada malo, pero podemos tratar de modelarlo de forma que nos permita vivir más a gusto con nosotros mismos.

Para lograrlo, el primer paso sería “desvestirnos” de ese ego. Álvaro López Morcillo, en su web, propone un par de ejercicios interesantes para conseguirlo. Si tienes interés en el tema, te invito a visitar el enlace. Él lo explica mucho más detalladamente que yo. A mí, en concreto, me ha gustado el ejercicio de las etiquetas. Sobre una foto tuya, ve pegando  (en papel removible preferentemente) etiquetas con todas las palabras que creas que te definen. ¿Te gusta el resultado? Si has sido sincer@, habrá cosas que sí y cosas que no, seguro. Pero ninguna de esas etiquetas forma parte de tu fondo. Puedes quitártelas y cambiarlas por otras sin cambiar tu esencia. ¿Puedes sustituir morena por rubia sin dejar de ser tú misma? ¿Alterarías tu fondo si en vez de profesora fueras pastelera? Ni siquiera tu profesión te define. Y lo más complicado de esto, para mí, es darte cuenta de que la verdadera esencia, quién eres en el fondo, no se puede entender de modo racional porque en el momento en que lo intentas, es tu ego el que la está interpretando. Así que supongo que no queda otra que ejercitar el descubrir lo que “no eres” para no dejar que una simple etiqueta (o dos, o tres, o cien), te defina. ¿Te animas a hacer el ejercicio? Yo me lo he propuesto como objetivo para esta semana que entra. Si lo haces, anímate a compartir tus reflexiones en comentarios. Será interesante.

Lo del desapego ya me temo que tendrá que venir en una segunda fase, pero también me parece importante.



Le damos demasiada importancia a cosas que no la tienen, incluso a personas que no la merecen. Supongo que hay que aprender a decirles adiós educadamente y sin rencores. Me parece dificilísimo, pero seguramente es porque todavía no he aprendido a desprenderme primero de mi ego. No, a desprenderme no, necesitamos el ego. A entenderlo mejor y modelarlo de forma que me ayude a vivir más a gusto, pero sin chocar con mi esencia, claro. ¡Qué complicado todo esto!


domingo, 25 de marzo de 2018

Tarta de fresas sin gluten, sin huevo y sin lácteos

Casi nada, ayer estábamos invitados a tomar café con la familia, lo que incluía dos celiacos y un intolerante al huevo y a la proteína de la leche. Yo tenía un montón de fresas así que me apeteció hacer una tarta pero anda que no había que tener en cuenta intolerancias. Peeeerooo, google lo sabe todo así que rebuscando por ahí encontré una receta en la que basarme aquí.

Os confieso que no tenía yo nada claro cómo iba a resultar la cosa, así tan sin nada, pero oye, que salió bastante buena (y el trozo que quedó y que nos hemos terminado hoy más rico aún, la masa gana con un día de reposo en el frigorífico) Así me quedó.



Como os digo, me basé en la receta de "El horno de Lucía" pero adaptándola un poco. Os cuento cómo la hice yo:

INGREDIENTES:

Un montón de fresas (a mí me gusta con mucha fruta y poco bizcocho pero al gusto)
90 gr. de panela
75 gr. de aceite de oliva virgen extra
300ml de zumo de naranja natural
1 plátano (que había leído por algún sitio que los veganos utilizan en repostería como sustituto del huevo)
 225 gr. de harina de arroz (certificada sin gluten, ojo a las trazas)

Y, en este caso, no añadí la levadura porque aunque sí es sin gluten, y por tanto apta para mi hija y el sobrino número 1, ponía que podía contener leche así que no me valía para el sobrino número 2. Me preocupaba un poco pero como en esta tarta el bizcocho básicamente sólo sirve de soporte a la fruta, tampoco me importaba si no subía.

La PREPARACIÓN es facilísima:

Se cortan en trocitos unas cuantas fresas y se ponen en la base del molde que vayamos a utilizar. Éstas quedarán integradas en el bizcocho pero guardad todavía unas cuantas para decorar por encima.

Para el bizcocho, yo eché primero el azúcar con el aceite, el plátano a trocitos y el zumo de naranja y batí bien todo junto, añadiendo la harina poco a poco hasta que quedó todo bien integrado. Se echa el batido por encima de las fresas del molde, cubriéndolas bien y ya sólo nos queda decorar con el resto de fresas, cortadas por la mitad y añadir, si queréis, más azúcar por encima.

Al horno hasta que esté hecho el bizcocho. Yo aquí ya soy como las abuelas, "lo que te pida el pastel", no sabría deciros cuánto tiempo lo tuve, con lo malo que me sabía a mí esto cuando empezaba a cocinar...

Cuando lo saqué del horno como no me gustó mucho el color pochete que tenía preparé en un cazo un poco de agua con azúcar y mermelada de frutos del bosque (dejar hervir un poco todo junto mezclando bien) y se lo eché por encima, que siempre parece que le da mejor colorcito y brillo.

Dejar enfriar ¡y listo! (y si la preparáis el día de antes más buena aún)

¡A disfrutarla!

lunes, 5 de febrero de 2018

Escaparates con ciencia

Lo cierto es que después de habernos sorprendido con el libro "Las chicas son guerreras: 26 rebeldes que cambiaron el mundo", la inciativa de Made in Zaragoza de invitar a comercios zaragozanos a dedicar sus escaparates a mujeres científicas nos venía como anillo al dedo.

Nuestra idea era haber dedicado la tarde del sábado a peregrinar de escaparate en escaparate siguiendo la lista de participantes. Pero la llovizna continua y que al final se me pasó organizar mínimamente la ruta, hicieron que sólo nos acercáramos a ver dos de los escaparates, los de Dessin Moda y Complementos, dedicado a la doctora estadounidense Virgina Apgar, creadora del famoso test que a toda madres nos suena, y Olé tus libros, dedicado a la matemática iraní Maryan Mirzakani, a la que, curiosamente, de pequeña parecía gustarle más leer y escribir cuentos que las mates (lo que me ha venido de perlas para recordarle a mi hija que aunque le gusten más las letras, también puede hacer grandes cosas en ciencias si se lo propone)




Teniendo en cuenta que hasta hoy mismo no conocía a ninguna de estas dos grandes mujeres (y las que iremos descubriendo en próximos paseos en busca de estos escaparates) me parece una gran iniciativa. Os invito a visitarlos también en familia y comentar vuestros descubrimientos. ¡Y no olvidéis contármelo!

lunes, 22 de enero de 2018

Finalizando el reto lector: Enero

Así es, casi sin enterarnos, hemos llegado al final de nuestro recto lector de este año, y no creáis, me ronda la cabeza volver a preparar otro para continuar, que no es que nos haga mucha falta que nos empujen para leer a ninguno (bueno, al padre de las criaturas un poco sí pero total, tampoco le ha hecho mucho caso al reto, igual le da...)

El caso es que para enero la elección de la lectura estaba fácil. Algo que nos hubieran traído los Reyes Magos (por esta casa no les ocurriría aparecer sin algún libro) He aquí las lecturas elegidas de entre nuestro "botín" de Reyes Magos:


Sofía ha flipado con Mystical, de la zaragozana Marta Álvarez, que además estuvo un día en su cole presentando el libro. Guille devoró el manga de Zelda. No estuvieron listos ni nada los Reyes Magos. Empieza a atraerle el mundillo manga y sigue flipando con el juego de Zelda (no hace falta que os recuerde cómo se llama nuestra perra ¿no?) así que era una apuesta segura.

Ricardo ahí va, piano piano con el nuevo ladrillo de Ken Follet. A mí es que me parece que todos sus libros son iguales pero bueno, a él le gustan así que adelante... no creo que lo termine de aquí a fin de mes pero como todos los demás hemos cumplido ya con nuestro reto os lo cuento ya.

Por mi parte, tenía curiosidad por ver por dónde iba un autor que hace años me gustaba mucho: Arturo Pérez Reverte y lo cierto es que la de una mujer espía en Tánger me atraía especialmente. Me quedo con lo dicho: hace años me gustaba mucho...

Y entre libro y libro, como nos gustó tanto la experiencia de leer Wonder en familia, alternando la lectura en voz alta, decidimos repetirla con otro de nuestros regalos de Reyes, éste etiquetado para toda la familia:


A algunas de las protagonistas ya las conocíamos, claro, pero alucino leyendo algunas historias de mujeres magníficas que no tienen, ni remotamente, la notoriedad que deberían tener. Cuánto nos queda todavía por hacer. Sobre todo en la educación de nuestros hijos. Por eso quise que lo leyésemos todos juntos. Me interesaba muchísimo que Sofía conociera a tantas grandes mujeres, por supuesto, pero también que las conociera Guille. Por cierto, otro día os contaré la última aventura en la que se ha aventurado mi chica, que ésta sí es toda una guerrera. 

Por ahora me quedo pensando en nuevas ideas para un próximo lector. ¿Se te ocurre algo? cuéntamelo en comentarios. 

lunes, 1 de enero de 2018

Resumen de 2017 y propósitos de Año Nuevo

Un clásico de estas fechas ¿verdad?, pero hay tradiciones que vale la pena mantener, ¿no os parece?

Estuve ojeando ayer el blog en plan repaso del año (viene muy bien como diario de a bordo, siempre te hace rememorar alguna cosilla de la que ya ni te acordabas). El repaso del año creo que ya quedó claro en mi entrada de hace unas semanas así que insisto. Lo malo es que en cuanto a propósitos me temo que también me voy a repetir. Ya en julio me planteé una serie de buenas intenciones que (oh, sorpresa) se quedaron en agua de borrajas.

Creo que para este año, definitivamente, lo que necesito es volver a encontrar mi equilibrio, lo que pasa por ajustar un par de cosillas en el plano laboral y volver a encontrar tiempo para hacer algo de deporte. Por supuesto, ahí sigue mi eterno objetivo anual de perder esos X kilillos que me sobran, aunque visto mi éxito de los últimos años estoy por apuntarme a este otro:


Ahora en serio. No puedo decir que 2017 haya sido un mal año pero me queda un regustillo de "sí, pero no lo suficiente" que hace que deposite grandes esperanzas en 2018 para terminar de redondear algunas cosillas que se han quedado un poco a medias. Hace poco vi esta imagen de Mr. Wonderful por facebook y solo pude pensar: "sí, por favor"


No espero grandes cambios pero, como cuando sales "de tranquis", sí tengo la sensación de que al final 2018 va a ser mucho más movido e interesante de lo que parece. ¿Querrás vivirlo conmigo?

Seguidores