Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

sábado, 23 de noviembre de 2013

Y hablando de niños...

Ya es oficial: a mis 39 añazos no estoy segura de quién es más crío, si mi hijo de 6 o yo. Porque vamos, que al niño se le ocurra la idea de bombero es hasta normal, pero que yo que no sólo le siga sino que se me hubiera ocurrido a la vez la misma chiquillada, es que es de nota, vamos. Vale, vale, os lo cuento:

Empecemos por el previo: ayer viernes compramos Guille y yo el tradicional calendario de adviento. Llegando ya a casa, Guille que lo estaba mirando y Sofía que quería llevarlo ella. Empezaron a discutir, Sofía empezó a lloriquear, yo que cuando me lloriquean por chorradas pierdo los nervios porque es algo que me supera... vamos, que os podéis imaginar que la escenita acabó más o menos como la batalla de San Quintín (todo muy acorde con el espíritu del adviento como veis) y con el calendario en cuestión subido a lo más alto de la más alta estantería para que ninguno de los dos le pusiera las manos encima.

Como después de la tormenta siempre viene la calma, los malos genios se calmaron y todo volvió a la normalidad pero hasta hoy no se ha atrevido Guille a pedirme de nuevo el calendario, que, dicho sea de paso, estaba tan alto que yo tampoco llegaba a cogerlo.

En estas que veo el monopatín del niño justo delante de la estantería en cuestión (correremos un tupido velo sobre el porqué había un monopatín, el de nuestro particular "joyas sobre ruedas", sí, en mitad del salón, no vamos a enfadarnos de nuevo). Y yo pensando, a mis 39 supuestamente maduros años: ¿y si me subo en el monopatín llegaré? Y a la vez Guille que me propone "súbete en el monopatín, mamá, que yo te lo sujeto"

¿Alguien duda de mi respuesta? y lo inestable que es un bicho de esos en un suelo de parquet y con ruedas nuevas...


No, no me he caído no. Y eso que para rematar la faena llevaba unas zapatillas de andar por casa de estas abiertas, abiertas, que ya se sabe que es lo mejor para subir a un bicho de estos por lo bien que sujetan el pie (ejem) Os contaré que el monopatín, con una de mis zapatillas, ha acabado en la otra punta del salón y Guille con cara de susto. Misteriosamente yo he vuelto a mi posición inicial, de pie frente a la estantería, e ilesa, preguntándome estupefacta cómo habría conseguido no matarme. En estas ya hemos pensado que casi mejor cogíamos un taburete, aunque desde luego ha sido mucho más aburrido.

Me gusta cuando me reencuentro con mi niña interior. ¿Y a vosotr@s? venga, confesad, ¿qué habríais hecho en mi lugar?

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día internacional del niño

Escribo este post después de ver, con más de un escalofrío, los últimos detalles de la muerte de la pequeña Asunta. El enfoque original de esta entrada era totalmente diferente. Pensaba hablar de cómo quizás en un país desarrollado (por ahora, porque al paso que vamos, marcha atrás y sin frenos quién sabe a dónde llegaremos, pero seamos justos, hoy por hoy, lo somos) podría chocar la necesidad de remarcar algunos de estos derechos. Pero sí, luego ves un caso tan inexplicable como el de Asunta y te das cuenta de que no, ni aquí ni en ningún otro país del mundo está de más recordar una y mil veces los derechos humanos en general y los de los niños muy en particular. Muy en particular porque mal que bien los adultos somos razonablemente autónomos y responsables de nuestros actos (o deberíamos) pero un niño es un ser inocente y dependiente de sus padres (o de algún adulto responsable de ellos en su caso). Y es responsabilidad nuestra no solo darles el amor que necesitan sino también garantizar su seguridad, lo que incluye que puedan vivir y jugar felices, sin necesidad de preocuparse por algo tan básico como su propia supervivencia, cosa que en muchos países hoy en día, en pleno siglo XXI, el siglo de la globalización y blablabla, muchos niños no pueden disfrutar.


Esta entrada va pues por esos niños obligados a trabajar para comer, a empuñar un arma para luchar contra sus semejantes o a jugar entre escombros. Me vienen a la mente muchas imágenes de grandes fotógrafos que han retratado estas y otras situaciones igual de espantosas pero me siento incapaz de escoger una. Tod@s teneís esas fotos en mente, como yo misma, no hace falta recordarlas. Me limitaré a hacer hincapié en una famosa fotografía que precisamente comentamos este lunes en la sesión de speaknic de la red zaragoza activa:


¿Os parece esa la mirada de una niña de 12 o 13 años? porque ésos son los años que tenía Sharbat Gula, durante muchos años conocida simplemente como "the afghan girl", cuando le tomaron esta foto. Mi hija tiene solo 8 años y desde luego no es esa su mirada, pero francamente, tampoco me la imagino con ese gesto tan profundamente serio de aquí a 4 o 5 años. No es esa la imagen que un niño debería tener. Se escapa al propósito de esta entrada pero si queréis podéis encontrar por la red la fotografía de Sharbat Gula con 30 años, cuando por fin fue reencontrada por el fotógrafo del National Geographic que la retrató en su niñez. Comprobadlo si os apetece, tampoco aparenta los 30...

Por terminar con una mirada más positiva, recupero otra de esas imágenes de niñ@s que todos (de mi generación al menos) guardamos en algún rinconcito de nuestra memoria. ¿Recordáis esas maravillosas campañas multicolores de Oliviero Toscani para Benetton? Luego viró hacia otro tipo de publicidad más dura y reinvidicativa pero hoy me quedo con ésta, que para mí, es la viva imagen de lo que debería transmitir un niño:


Las edades tampoco coinciden pero aún así, ¡qué diferencia en la expresión de esta niña comparada con la refugiada afghana... 

Por un mundo lleno de risas cantarinas y sonrisas infantiles; en sus bocas y en sus miradas. Luchemos todos por ello. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Momento pánico

Hacía tiempo que no me pasaba pero el viernes me ocurrió de nuevo. ¿Sabéis ese momento en que te giras y un espejo inoportuno te devuelve una imagen que ni siquiera reconoces? ese: "¿Quéeeeeeeeee? ¿pero de verdad esa soy yo?" y eso que iba arregladita pero no sé, no sé, sería el espejo, o la luz, o yo qué sé, pero esa tía tan fea que vi en el espejo no puedo ser yo.



De todas formas, qué mal me está sentando a mí este simulacro de otoño que tenemos. Estoy hecha una pupas (no os aburriré con el listado de mis pequeños males, ninguno es tan importante como para perder más tiempo con él) Y qué cierto es que no puede una verse bien por fuera cuando no está bien por dentro, ¿verdad?

En fin, será cuestión de empezar la puesta a punto cuanto antes, que en menos que canta un gallo nos pilla la navidad con su sobredosis de fiestas, regalos, amor y fraternidad y todas esas cosas que nos dejan agotad@s año tras año. El pistoletazo de salida ha sido dado ya con la acumulación de catálogos de juguetes y la consiguiente hiperactividad infantil, bolígrafo en mano, marcando con cruces, círculos y hasta con las pegatinas adjuntas en el propio catálogo. Mi hija es moderada pidiendo pero al enano acabé sugiriéndole que en vez de carta a los Reyes hiciera un paquete y metiera directamente el catálogo entero, que acabaría antes... ¡qué afición! de esta página todo, de esta página todo... menos mal que tienen claro que una cosa es lo que ellos pidan y otra lo que sus Majestades y/o el gordito de rojo les traigan finalmente.

Yo ya sé lo que me voy a pedir este año. Una tonelada de fuerza de voluntad, no la he visto en ningún catálogo pero son magos, ¿no? pues alguna solución encontrarán...

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