Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

lunes, 29 de noviembre de 2010

Algún día tendré unos "Manolos"

Y ese día echaré la vista atrás y recordaré mis primeros Latouche, que parecían hechos a posta para mi vestido de gala de fin de carrera. Aquéllos que me hicieron descubrir que no, zapato de tacón no tiene por que ser igual a incómodo. Y recordaré mi historia de amor con las divinas hormas de Sara Navarro. Ese zapato maravilloso que me acompañó sin quejarse ni molestar ni un ápice durante todo el día de mi boda, elevándome con su taconazo un poquito más cerca de la cabeza del novio, muchos, muchos centímetros más alto que yo (excelente servicio post-venta, por cierto). Y las sandalias de la misma diseñadora que me permitieron no hace mucho tiempo seguir el paso de mi hoy marido y uno de mis amigos volviendo andando a casa después de cena y copas sin mayor incomodidad que la de tener que acelerar el paso a dos por tres para no perderlos de vista.

Algún día tendré unos Manolos, de los que tanto y tan bien he oído hablar. Y recordaré mis dieciséis, cuando llevar bolso y tacones nos parecía una vulgaridad o algo peor (cuánto daño hicieron las Dr. Martens en aquélla época) y me alegraré de nuevo de haber descubierto la sensación de poder y seguridad que me dan mis Pura López, perfectos con mi traje de chaqueta gris. Porque un zapato no es sólo un zapato. Como un traje no es sólo un traje. Cuando una tiene los pies exquisitos como los míos, comprarlos de la mejor calidad posible es un imprescindible (benditos outlets) pero más allá de la comodidad, un buen zapato te hace sentir distinta. Igual para las que sean más altas la sensación es distinta, pero desde mi perspectiva de 1,57, un buen tacón es como un buen traje. ¿Recordáis el post que escribí sobre ello? El hábito no hará el monje, pero vaya si ayuda...

Y hablando de ayudar... os preguntaréis a santo de qué viene este rollo ahora... os lo cuento... viene a santo de que zapatos.org organiza un concurso en el que pretendo que este post participe y prometen regalarme un cheque de 200€ si resulto ganadora.

zapatos

Y como una cosa son los gustos y otra los posibles, a mi temblequeante bolsillo le vendría bien ese empujoncito, que no me acercará mucho a Manolo Blahnik pero quizás me permita ofrecerles a mis exquisitos y delicadísimos pies otro par de zapatos capaces de elevarme hasta donde yo quiera. Así que ya sabéis, querid@s seguidor@s... no dejéis de votar por mi historia de amor zapateril (¡y no, no hablo de ESE Zapatero!) Ya os avisaré si llega el caso, por ahora no se puede votar...

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Un sacaleches de juguete acusado de sexista

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Yo es que cada vez entiendo menos el mundo en que vivimos, de verdad. Estaba yo viendo las noticias siguiendo un sistema que nos gusta especialmente, ir viendo los telediarios de distintas cadenas y la diferencia de trato que dan a las mismas noticias. Total, que iba yo subiéndome poco a poco por las paredes (iba a hablaros de las fantabulosas medidas ¿¿¿anticrisis??? que van tomando todos los países, empujados por la Unión Europea pero algo me ha distraído) cuando la noticia del sacaleches de juguete ha terminado de hacerme saltar. No por el sacaleches en sí, que me parece otro juguete más o menos inútil, como tantos otros que ya existen. Cuando ya he alucinado del todo es cuando han dicho (telediario de antena 3) que se le ha tachado de sexista.

Claaaaaaarooooo, es que hay que ver... los chicos no van a poder sacarse leche con él... aunque, ahora que lo pienso, tampoco las niñas... en realidad sólo se acopla a un biberón especial que se llena y se vacía de leche ficticiamente.

¿O será sexista porque hace hincapié en la faceta de las mujeres como madres? a lo mejor deberíamos anular totalmente esa parte de nuestras vidas. Dejar de ser madres, que resulta de lo más sexista. Así acabamos con el problema de raíz. Se extingue la estúpida especie humana y de paso dejamos al planeta en paz.

¿Se nota que los telediarios me ponen de mal humor?



Pues sí, así en general los telediarios me ponen de mal humor pero es que esta vez además no entiendo nada de nada. De verdad, que alguien me explique por favor, porqué un sacaleches es sexista porque es que por más vueltas que le doy no le encuentro el sentido por ninguna parte. Vamos a ver, un sacaleches es un instrumento que le permite a la madre almacenar su leche para cuando no esté en casa y que otro miembro de la familia, por ejemplo el padre, pueda darle el biberón al bebé sin perder las ventajas de la lactancia materna. Hasta ahí voy bien, ¿no? porque no creo estar equivocándome sobre el aparatito en sí... durante ocho meses tras el nacimiento de Sofía fuimos íntimos amigos él y yo... creo que lo conozco lo suficiente...

Vale, pues entonces, es un aparato que permite que el padre cree mejores vínculos con su bebé y favorece la lactancia materna. Hasta aquí el demonio en persona. Lo de que sea de uso femenino es que a ver... hay cosas que son así y punto. La que se embaraza, pare y da el pecho es la madre y no hay más. Me parecería el colmo del absurdo ignorar ese hecho o tacharlo de sexista. Que el juguete sea más o menos útil o más o menos tonto es otra historia pero al fin y al cabo a cierta edad los juegos de los niños son básicamente de imitación y si una niña ve a su madre amamantar a su bebé es normal que quiera imitarla (no entraré en la necesidad de un juguete específico que lo simule, Sofía más de una vez ha dado el pecho a su muñeco normal y corriente sin necesidad de nada más) En cualquier caso, el sacaleches me parece que está al mismo nivel que las lavadoras, planchas, utensilios de limpieza varios, cocinas, tiendas, cajas registradoras, bancos de herramientas, garages de coches y un larguísimo etcétera de juguetes de imitación de lo que hacen los mayores. Sin más. Si son más o menos necesarios, más o menos útiles, o simplemente una soberana estupidez sería objeto de otro debate pero no entiendo qué tiene éste de diferente. O igual es que yo soy algo cortita...

De verdad, hay días en que me avergüenzo profundamente de la raza humana...

lunes, 22 de noviembre de 2010

Nuevo viaje a las estrellas



El pasado jueves, 18 de noviembre, el yayo José Luis consiguió por fin desprenderse de su cuerpo, gastado por la enfermedad, para dejar que su espíritu volara hacia su estrella. El espíritu de un hombre en esencia bueno. No se me ocurre otra cosa que lo describa mejor, ni conozco a nadie que lo haya conocido y no lo haya querido, o al menos apreciado. Era mi suegro pero me trató desde el principio como a una hija más, al igual que yo le quise como a un padre. Porque un hombre sin dobleces, agradable, con buen corazón, enseguida se hace querer.

Y la vista de los hechos, mucha gente le quiso. Pocas veces había visto el tanatorio tan lleno, tantísima asistencia a una misa fúnebre. Pocas veces he visto un entierro tan bonito, en el pueblo, como él quería, dónde pasó tantos buenos momentos.

Como siempre, en estos momentos, mis hijos son, no sólo el mejor apoyo para recuperar la alegría, sino además ejemplo a seguir. Como ya hicimos con mi abuela, les explicamos que el yayo José Luis se había ido a su estrella. Siguiendo la sugerencia de la profesora de Sofía hicimos una pequeña ceremonia privada en casa, algo sencillito, todavía son pequeños. La noche del jueves encendimos una vela que le representaba. Les expliqué que vería su luz y sabría que estábamos pensando en él. Al día siguiente pegamos una nueva estrella fosforescente, más grande y llamativa, en el particular cielo de su habitación. No ha habido dramas. Se querían con locura, pero han asumido de la forma más natural que ya no esté con nosotros. Para ellos la muerte es algo más simple, más natural, que desde luego no supone ningún tabú ni les da ningún miedo. No podemos evitar el dolor por la pérdida, por supuesto, pero quizás sí podamos tratar de recuperar esa sabiduría infantil, todavía no mancillada por los prejuicios adultos. O quizás ya no sea posible, no lo sé. En cualquier caso, mis hijos nunca dejan de sorprenderme.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La pequeteca viajera

Uff, hace dias ya que quería contaros esto pero se me pasan los días en un vuelo. El caso es que, retomando el tema de los niños y la lectura, quería compartir con vosotr@s otro momento especial. Veréis, en el cole de mis hijos han montado un sistema por el que las familias que quieran pueden llevarse a casa durante un par de semanas un baúl con libros de la pequeteca (que es como llaman a la biblioteca de infantil). Os pongo foto que les ha quedado súper bonita, por cierto, está sacada de la web del cole...



Que me pierdo. El caso es que hace unas semanas nos tocó a nosotros ir a por el baúl y bueno, no os podéis imaginar la revolución en cuanto llegamos a casa. Llevaban todo el camino (los dos) atacados por no haber podido abrirlo todavía y en cuanto les di permiso se lanzaron sobre él y empezaron a sacar todos los libros, a pedirme que les leyera éste y aquél... de verdad, me quedé pasmada (sobre todo porque esta casa otra cosa no tendrá pero lo que es libros y cuentos infantiles... vamos, que no es que no hayan visto un cuento en su vida, que también los sacamos de la biblioteca municipal) Con pasmo y todo, me encantó. Sé que el entusiasmo de la primera infancia es algo dificilísimo de volver a sentir en cuanto te haces mayor, pero revivirlo a través de ellos no es tan difícil. Sentir su emoción por cualquier pequeña sorpresa, por una novedad, por un juego... ¡quién pudiera recuperar esa capacidad!

En fin, la pequeteca viajera ya volvió al cole para que la disfrute otra familia y nosotros seguimos con nuestros cuentos de siempre más los últimos que sacamos de la biblioteca, pero ahora los favoritos son, como no, los últimos, regalo de sus primitos de Madrid. No hay quien compita con una novedad interesante...

jueves, 11 de noviembre de 2010

El peligro de los caprichos

Ayer estuve en el cole, en una de esas charlas para padres de las que nunca sabes qué se puede esperar. En este caso el título era: "caprichos, ¿por qué no?" un título poco literario sí, el propio ponente reconoció que no lo había puesto él y que le parecía feísimo pero que bien pensado, en realidad resumía perfectamente la esencia de su charla así que lo había dejado.

Dejadme que os hable primero del ponente: marianista y psicólogo. Ya, visto así, en frío piensas, uff... otra charla más de un psicólogo sin hijos lleno de teorías maravillosas pero que no se ha visto en el mundo real de los hijos en su vida... pues mira no. Parece mentira que el hombre fuera psicólogo por el aplastante sentido común que se gastaba (¡y cómo desmitificaba a corazón abierto y sin anestesia teorías psicológicas que tenemos metidas en la sesera hasta hacernos daño!) y parece mentira que no tuviera hijos... aunque bueno, siendo psicólogo en un colegio, con bastantes críos se las ve, supongo...

El caso es que la sesión fue realmente buena. Muy interesante el planteamiento, desde los propios orígenes del problema hasta el futuro de esos niños consentidos de hoy, sin detenerse tanto en el problema inmediato como en el por qué y para qué.

Nos contó muchas cosas interesantes. Trataré de resumir en unos cuantos puntos clave:

1. vivimos en una sociedad que busca el placer inmediato y evita el sufrimiento. Se nos ha olvidado que la felicidad no consiste en estar siempre bien. Problemas tendremos siempre, malos momentos también. Ser feliz consiste en saber hacer frente a esos problemas y manejar esos malos momentos, no en evitarlos. Quien se concentra en sortear los obstáculos del camino se queda en el camino, no llega nunca a su destino.




2. un niño que nunca ha recibido un no, no ha aprendido a hacer frente a la frustración y por tanto es un adulto infeliz.

3. la vida a veces es injusta sin más, porque sí. Los niños no tienen porque entenderlo todo ni hace falta dialogarlo siempre todo. A veces las cosas son porque sí, porque lo digo yo. Y cuanto antes aprendan eso, más preparados estarán para el día en que les digan "estás despedido porque sí, porque lo digo yo que soy tu jefe" o cosas mucho peores.

4. La teoría del disco rayado; eso de dialogar las cosas está bien... a veces... Cuando un niño se mete en el círculo cerrado del "quiero la piruleta" la primera vez le puedes explicar que no se la das porque vais a comer enseguida pero si sigue con la cantinela del "quiero, quiero, quiero" no sirve de nada insistir en el razonamiento, no te escucha. El "no" sin más de nuestros padres, es perfectamente válido hoy en día. La primera vez se explica, las 568 siguientes, se dice simplemente NO. Y hay que ser firme además, porque al final el niño aprenderá que cuando dices no, es no, y no esperará las 568 siguientes respuestas. Hará caso a la primera (vale, esto es un poco teoría, en la práctica no es tan fácil pero lo que sí es cierto es que como le enseñemos que basta con insistir lo suficiente para que al final cedamos, claro lo llevamos)

5. Nos será más fácil resistir las rabietas de nuestros niños sin flaquear (típico caso de niño pataleando en el súper con todo el mundo mirándonos) si tenemos claro por qué no hay que darles todos los caprichos (o sea, qué tipo de adulto queremos que sea)

6. La motivación no cae del cielo. O al menos no siempre. Está muy bien trabajar motivado pero si no lo estás, hay que trabajar igual. Y ahí entra en juego la voluntad, el esfuerzo. ¿Qué clase de adulto será un niño que no ha sido educado en el esfuerzo como modo de conseguir las cosas? ¿y qué enseñamos a nuestros hijos cuando les damos todo lo que piden a la primera y sin rechistar? ¿o peor aún cediendo después de rechistar unas cuantas veces? seamos firmes. Si es no, es no. Y si piden algo que consideramos que es bueno para ellos, ¿por qué dárselo sin más? (al menos no siempre, tampoco hay que irse de extremo a extremo) ¿por qué no hacer que se lo gane?

Recuerdo una vez en que Guille me pedía un cochecito. Típico cochecito zarrioso con caramelos que te cuesta un euro. A mí me daba igual comprárselo, la verdad, pero no me apeteció dárselo sin más. Le propuse un trato. Si durante todo el fin de semana recogía sus juguetes después de usarlos el lunes le compraría el cochecito. Con ello intentaba enseñarle dos cosas: a esperar (las cosas no siempre se consiguen YA) y a ganarse sus caprichos. ¿Sabéis qué? por circunstacias, el lunes al final no pudimos ir a por el coche pero fuimos el martes (y supo esperar muy bien) y se puso mucho más contento que si se lo hubiera cogido el jueves por las buenas.

Esto me recuerda algo sobre los famosos refuerzos. Están bien para una situación puntual pero no como norma. Y si se usan, una vez conseguido el objetivo hay que ir retirándolos. Estamos enseñando a los niños a hacer las cosas por una recompensa externa. Y a veces las cosas hay que hacerlas porque sí, porque te lo mandan, o simplemente por tu satisfacción personal. Los niños tienen una capacidad de autosatisfacción tremenda, ¿por qué nos empeñamos en atrofiársela con estímulos externos? Recuerdo el día en que Guille me vino hiper contento y pegando saltos de alegría porque se había quitado la bata él solito (botones, gran caballo de batalla a los 3 años) ¿habría funcionado mejor un estímulo externo? lo dudo...

En fín, no sé, se nos habló de muchas cosas y seguro que me dejo algo importante, pero ¿veis por dónde voy, no? se trata un poco de recuperar viejos valores. El esfuerzo, el enfrentarse a los problemas y no tratar de evitarlos, la satisfacción de superar retos... pero sobre todo, sobre todo... ser capaz de dejar de lado un placer inmediato para conseguir algo mucho mejor en el futuro.

Quizás deberíamos escuchar más a nuestros abuelos... ellos vivían de otra manera. En algunos aspectos peor, sin duda, pero en otros muchos indudablemente más sana (psicológicamente hablando al menos)

Por cierto, lectura recomendada (si no lo habéis leído ya, ya tardáis): "Charlie y la fábrica de chocolate", De Roald Dahl el rosario de niños malcriados que presenta es brillante. Algo exagerado quizás, no digo que no, pero ¿tanto? Como tantos otros, es en teoría un cuento infantil, pero muy interesante para adultos. Como "Momo", de Michael Ende, una de las mejores reflexiones sobre el uso del tiempo en nuestra sociedad que he leído nunca.

¿Qué pensáis? se abre el debate...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los sonidos de la calle

Estaba yo esta mañana planchando con la ventana abierta para ventilar el cuarto (¡socorro! ¡me estoy volviendo un ama de casa!) y mira, podría haberme puesto música, o la tele (aunque por las mañanas ya es difícil encontrar algo bueno que ver) pero no, estaba yo tan entretenida poniendo oreja a los sonidos que me venían de la calle.

Os pondré en situación: vivo en un primer piso de una calle céntrica, más bien estrecha y sin mucho tráfico. Enfrente justo tengo un ambulatorio médico (muy práctico, por cierto)

Dadas pues las características de la calle a la que da la ventana abierta en cuestión, os podéis imaginar que he tenido ocasión de escuchar, no sólo ruidos, sino sobre todo conversaciones (casi todas de móvil, por cierto)




Una llamada de trabajo de un catalán (supongo, se ha despedido con un "adeu", aunque también puede ser que la catalana fuera su interlocutora, María creo...) pidiendo que se asegurara de que aquéllo que pidió estaba resuelto... muy amable, el señor, ha llevado toda la conversación en un tono súper agradable...

Una chica muy acelerada informando de que tenía que ir a la notaría. Lo ha repetido más de una vez, debía de ser importante, o a ella se lo parecía...

La mamá que le cuenta a alguien (pongamos que era un papá) que la revisión del niño había ido muy bien...

Ha estado entretenido, ¿sabéis? no he pillado ninguna conversación compremetedora ni nada de eso, pero igual que a veces me gusta sentarme en una terraza y jugar a imaginar la vida de quienes pasan por delante, hoy me he sorprendido imaginando cómo eran esas personas de quienes sólo oía la voz, el escenario que debía de rodear sus comentarios... son ejercicios simpáticos, aunque peligrosos... casi quemo una camiseta de Guille por estar en lo que no debía...(por algo suele ser maridín quien plancha... bueno, por eso y porque yo lo hago bastante mal, pero vaya, para un apaño...)


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Una experiencia nueva

Que es otra de las cosas buenas que tiene esto del paso del tiempo, que te da experiencias... la mía de hoy ha sido ¡impartir un seminario! Había tenido ocasión de dar alguna charla a estudiantes, pero así todo como muy ligerito, pero hace como un año, los de la asociación a la que pertenecía cuando era estudiante decidieron fomentar la relación con los antiguos miembros y utilizar nuestra sabiduría y experiencia (ejem) para lo que se preste y nos dejemos.

Como mi paso por la asociación fue más que interesante, digamos que me siento en deuda permanente con ella así que basta que me la nombren para que le de la vuelta a mi agenda si hace falta y me ponga a su disposición para lo que buenamente pueda. En ese momento me pidieron que hablara a los nuevos miembros de mi experiencia en la asociación (junto con otros antiguos miembros, lo que de paso nos dio la oportunidad de reencontrar viejos amigos) pero últimamente andan preparando un congreso nacional en el que van a impartir distintos seminarios para los asistentes y por supuesto cuentan con nosotros para ello.

A mí la idea me gustó, la verdad, pero siendo franca, yo no me dedico a esto de la formación, me estaban pidiendo una sesión de hora y media, para la tira de personas, con gran contenido práctico... vamos, que me entró cierta mieditis... pero me apetecía, sí... así que decidimos hacer una primera sesión, con unos cuantos asistentes de aquí, que nos sirviera de prueba para terminar de perfilar la sesión definitiva.

Así que ahí me tenéis a mí esta misma tarde, en una clase de la universidad sintiendo toda una variedad de sensaciones:

Situación 1:

esta no era nueva, me pasa siempre que por algo tengo que volver por allí pero esa sensación de volver a un lugar donde has pasado tantísimas horas... recorrer de nuevo los pasillos de la facultad, constatar que tampoco ha cambiado tanto... y sobre todo, sentir que sigue siendo tuya, que todavía te encuentras en tu sitio allí. Agradable

Situación 2:

(previo al seminario)

chaval encantador y monísimo: ¿ah, y tú cuándo entraste en la asociación?
Yo: uy, pues espera a ver... sí, sería en el 92 claro...
chaval (etc): ¡hala! ¡si yo tenía 1 año!



Y a pesar de ello el chico seguía resultando majo, oye...

demoledor

Situación 3:

entramos en la clase que habían reservado para el seminario, coloco mis cosas en... ¡la mesa del profe! y me planto ahí frente a esos chicos que aún no sabían leer cuando yo me sentaba a ese lado... curioso

Sensaciones aparte, creo que el seminario ha ido bastante bien. Hombre, se me nota que me faltan tablas como docente, me acelero hablando y esas cosas, pero bueno, le da un toque más natural, menos serio... me ha gustado, la verdad. Y yo diría que a ellos también... a ver si me voy a aficionar yo a esto de la enseñanza...

martes, 2 de noviembre de 2010

Me hago vieja

No, en serio, no es llorar por llorar... si además a mí hacerme mayor no me ha molestado nunca, vaya, que considero que cada etapa tiene su gracia y sólo hay que saber aprovechar bien cada una... pero hay cosas... que van dos veces ya que me pasa, oiga... que me sienta mal tomar demasiado dulce... ¡a mí! que el brebaje ese de la prueba de la glucosa que a todo el mundo le parece súper empalogoso me parecía de lo más soso... pues sí, sí, a mí, a mí misma ahora resulta que me cae fatal excederme con los postres (y no hablo de excesos draconiandos, hablo de picar un poco de dulce en casa de mis suegros y otro poco en casa de mis padres). ¡Lo que hay que ver!

Si es que ni el tiempo ni el cuerpo perdonan, y una ya está más cerca de los cuarenta que de los treinta... y ya lo decía un antiguo jefe mío, que a partir de los cuarenta hay que pasar la ITV todos los años.




Peeeeeeeeeeeroooooo, no todo va a ser malo en cuanto al paso del tiempo... la parte positiva de todo esto es que mis retoños ya están en edad de protagonizar la siguiente escena (absolutamente verídica y de ayer mismo por la tarde)

Llegamos a casa cansaditos de andar de acá para allá celebrando todos los santos y comiendo dulces (y por tanto con el cuerpo así algo revueltillo) Los niños entran de repente en hipervelocidad y se aceleran sacando juguetes, chillando, etc. A todo esto yo con un libro empezado (lo que me recuerda que tengo que actualizar esa lista de lectura que puse por ahí y a la que no le hago mucho caso) Y de repente, se me enciende la bombilla: "¡Chicos! ¿qué os parece si nos sentamos juntos a leer cuentos?" (papá se había puesto a planchar, lo que dicho sea de paso redondea la perfección de la escena en cuestión) Oye, pues coló... ahí estuvimos un buen ratico los tres en el sofá, yo con mi libro (bastante flojo por cierto, no me molestaré en recomendarlo) y mis chicos sacando y mirando cuento tras cuento y... agarraos, que vienen curvas... ¡¡¡en silencio!!! bonito, ¿eh? pues sí, eso también lo da el tiempo... yo me haré mayor, pero mis hijos también... mayores y más independientes (y eso que aún no saben leer... bueno, Sofía está aprendiendo...)

Así que, malestares aparte (que de todas formas no me vendrá nada mal controlar el dulce, seamos francos) , ¡bienvenido paso del tiempo!



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