Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?
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domingo, 17 de mayo de 2020

Extracto de mi nuevo libro

Como os comenté, estos días de menos calle me han venido muy bien para avanzar con la escritura de la tercera parte de mi saga de brujas, de la que ya están publicadas las dos primeras: "El pijama mágico" y "La pirámide del dragón" De hecho hoy le he pegado un buen empujón y podría decirse que, para terminar el primer borrador, ya solo me falta terminar de cerrar la historia, unas pocas páginas, vamos. Estoy muy contenta además con el resultado. Por supuesto todavía le falta mucho proceso de revisión, corrección y demás, pero sí, estoy contenta con esta nueva historia. ¡Me gusta! espero que a vosotros también. Por cierto, si todavía no tenéis los dos primeros libros, no dejéis de pedirlos en vuestra librería habitual. Es posible que no los tengan, no tenemos tanta red de distribución, pero podrán pedirlos a la editorial "La fragua del Trovador", y estarán encantados de enviárselos rápidamente.

Y como lo prometido es deuda, por aquí os dejo un fragmento de lo que me traigo entre manos. ¡Espero que os guste y os despierte la curiosidad por leer más!



Los dos niños salieron en tromba dispuestos a cumplir con su primera misión,  dándole a Sofía la ocasión de explicarle a su primo lo que realmente había ocurrido y lo que necesitaba de ellos. No le preocupaba nada el enfrentamiento de su tataratatarabuela con el malvado Gerardo. Sabía que no tenía nada que hacer frente a ella, pero su hermana había contactado telepáticamente con ambas. Estaba bien. Como habían prometido, ni el dragón ni Gorgius le habían hecho nada, solo trataban de utilizar sus conocimientos sobre la pirámide para perfeccionar el hechizo en el que estaban trabajando. Había sido una gran sorpresa para ellos descubrir que no solo lo habían logrado, sino que se encontraban frente a frente nada menos que con tres visitantes del futuro y Gerardo les había contado que la única con poder suficiente para manejarlo era, lo creyeran o no, la mocosa de 6 años con cara de mosquita muerta. Por eso se la habían llevado, aparte obviamente de que les serviría de garantía de que su archienemiga abandonaba la guarida sin llevarse nada ni hacer daño ninguno. Sin embargo, en cuanto Esther liberara a JJ iban a necesitar a alguien que se ocupara de él. No estaban seguras de en qué estado volvería con ellas y desde luego no podían dejarlo vagar totalmente desorientado por la Sevilla del siglo XIX así que ella debía ocuparse de recibirle. La gran bruja le había sugerido que utilizara a los niños Alejo para dar una apariencia de mayor normalidad a la llegada de un nuevo personaje a la casa. Además, creía que podrían serle de utilidad para traer de vuelta al profesor. Dejaba a la elección de Sofía la historia que contaría a los niños para llevarlos hasta allí.

—¡Podemos irnos! —anunció orgulloso Gonzalo. 

—Perfecto, en marcha entonces —Acordó Sofía— Os contaré mi plan por el camino. 

Mientras esta “inocente” conversación tenía lugar, el ambiente en el refugio supersecreto de Gorgius era bien distinto. La bruja, con su aspecto más imponente, se disponía a terminar con ese incordio de Gerardo. Le tentaba la idea de simplemente fulminarlo y acabar con él de una vez por todas, pero no se sentía cómoda con la idea de contar a sus pupilas que lo había matado. Al fin y al cabo, se suponía que ella era la bruja buena. Además, sabía de sobras lo peligroso que es dejarse llevar por esos impulsos, de ahí a caer en la tentación de la magia negra hay solo un paso y su temperamental carácter ya le había dado algún susto antes, como cuando en un arrebato bloqueó para siempre a ese pobre hombre en su forma de dragón. Bueno, vale, no tenía nada de pobre hombre, era un traidor sin escrúpulos, pero había incumplido una promesa y ¿eso no la convertía también a ella en traidora? Todos tenemos un lado oscuro que debemos vigilar. 

Sumida en estos pensamientos no se dio cuenta del ataque que Gerardo estaba preparando y llegó tarde a evitar un gran chorro de energía mágica que le había lanzado directo al corazón. Pudo apartarse en el último instante, pero aun así le dañó seriamente el brazo. ¿Cómo había podido despistarse así? No podía permitirse que volviera a hacerle daño. Llena de rabia y dolor, tenía ya preparado su propio haz mortal de energía cuando sintió, en lo más profundo de su mente, el estupor de su pupila. Esther y ella estaban ya tan compenetradas que no necesitan activar ningún tipo de comunicación especial para sentirse la una a la otra. 


sábado, 1 de junio de 2019

La pirámide del dragón (extracto)

Ya no queda nada para presentar oficialmente mi nuevo libro en la Feria del Libro de Zaragoza así que para que vayáis abriendo boca, os dejo con un pequeño extracto de la historia y su correspondiente ilustración de Alejandro Navarro:


Suspirando fuertemente, Esther alargó su mano libre y con todo cuidado sacó la pirámide de su caja. De repente tomó un color verde esmeralda y pareció recorrida por un sinfín de pequeños relámpagos en su interior.
De nuevo Esther susurró unas extrañas palabrejas y, sin saber muy bien cómo, las dos hermanas se vieron metidas en un extraño viaje. A su alrededor todo parecía moverse muy deprisa pero ellas no sentían nada raro. El paisaje se fue oscureciendo hasta volverse negro del todo. Podían ver múltiples remolinos a su alrededor pero ninguno las dañaba. Finalmente, la velocidad de todo aquello disminuyó por fin. Volvían a verse árboles y rocas a su alrededor y por fin todo paró. Estaban solas en un paraje que recordaba vagamente al que acababan de dejar pero que evidentemente no era el mismo. Decidieron bajar hacia la playa a ver qué encontraban pero apenas habían dado un par de pasos cuando la tierra comenzó a temblar.
Pensaron que sería otro movimiento de tierras pero pronto una gran mole que se acercaba lentamente hacia la playa las sacó de su error. No podían creer lo que veían. Hacía apenas unas horas habían estado mirando dibujos y reproducciones de esos enormes bichos prehistóricos ¡y de repente tenían uno delante de sus narices!

Era enorme, pero masticaba tranquilamente unas hojas de árbol así que no les asustó demasiado. Desde luego no tenían ninguna gana de cruzarse con él, pero al menos no había riesgo de que las atacara para comérselas. 






jueves, 1 de noviembre de 2018

El cementerio de miedos (editado)

Hablando de hacer cosas nuevas: esta misma mañana he hecho otra. ¿Se os habría ocurrido alguna vez escribir, en un cementerio y en papel especial de semillas, sobre tus miedos más profundos para luego plantarlos allí mismo? ¿Enterrar tus miedos? ¿Sacarlos de ti para convertirlos en algo totalmente nuevo? A los chicos de Atrapavientos, de los que ya os hablé hace tiempo en esta entrada sobre otra de sus fantásticas iniciativas, sí se les ocurrió. 

Así que, esta mañana, nos hemos plantado Sofía y yo en el camposanto viejo de Zaragoza, donde este particular cementerio de miedos ya tiene su propia parcela, para enfrentarnos a otra nueva experiencia como plantadoras de historias

Si habéis seguido los enlaces ya habréis visto de qué va la idea. Genial, ¿a que sí? aunque os reconozco que he tenido un momento de cortocircuito mental cuando hablaban de otro de sus planes: escribir sobre los sueños y plantarlos para que crezcan... y he pensado "¡qué chulo! hacer crecer tus sueños en forma de planta." Y a continuación "uy, ¿y los miedos? ¿voy a hacerlos crecer también?" Aquí hay interpretaciones tan variadas como los participantes en estos talleres, claro. Hay quien piensa que es una forma de sacar de ti los miedos, mantenerlos lejos pero controlados. Hay quien se conformará con que queden enterrados, y quien definitivamente no se anime a darles la menor posibilidad de crecer y desarrollarse.Tampoco es obligatorio enterrar tu papel si no quieres. O puedes llevártelo a casa para plantarlo en tu propia maceta, o hacer un mix, como hemos hecho algunos. Guardarnos un trocito del papel para casa y plantar el resto en el cementerio. 



No os voy a trascribir todo lo que he escrito pero sí os dejo con mi reflexión final sobre si plantarlo o no: 

Bien pensado, sí quiero desenterrar todos estos miedos, para volver a enterrarlos, sí, pero de una manera distinta, que los convierta en otra cosa: en una planta viva, con sus peculiaridades, sus problemas y su propia lucha por vivir. 

En concreto lo que yo he hecho ha sido arrancar cuidadosamente el trocito de papel en el que contaba mis dos miedos más personales (dentro de lo confesable, no olvidemos que ésta era una actividad pública) y guardarlo para plantarlo en casa. Hasta me he ido a comprar una maceta especial  para ellos. Puestos a dejarlos crecer y darles su propia vida fuera de mí, quiero que mis miedos crezcan sanos y fuertes y se conviertan en árboles de provecho (lo que va a ser difícil dadas las semillas del papel, pero valga la metáfora)


Estoy pensando que en realidad sí podría transcribiros el texto completo. Escribía sabiendo que luego iba a leerlo en alto (y encima rondaba la tele) así que ha sido una incursión muy superficial en mis miedos. Tampoco es fácil entrar ahí. A los clásicos sí, claro, pero entrar de verdad a rascar esas capas y capas de escayola con las que vamos cubriendo nuestras más profundas inquietudes, los miedos de verdad... esos ya no son tan fáciles de traer a la superficie. Me lo quedo como deberes para un próximo ejercicio, esta vez en privado y con calma y tiempo por delante (y un buen café, claro)

Y aún se me ocurre otra utilidad de este maravilloso papel de semillas. ¿Sabéis esas ocasiones en las que tienes tanto que decir a una persona que no sabes ni por dónde empezar? ¿o no estás seguro de ser capaz de llevar la conversación por donde quieres y sin alterarte? ¿Os imagináis escribir una carta con todo eso, de verdad, como si nadie la fuera a leer? Luego puedes elegir si se la muestras o no. Si  la guardas celosamente para ti mismo, si directamente la plantas en una gran maceta y esperas a ver qué sale de ahí, si le das la opción a esa persona de leerla y después plantarla ella misma. O plantarla juntos incluso.

Definitivamente necesito más papel de semillas. Se me ocurren demasiadas cosas a las que quisiera dar vida de otra manera. 

miércoles, 7 de junio de 2017

De celebración

Hoy me ha comunicado mi editor que va a sacar una nueva edición de mi libro "El pijama mágico" así que, para celebrarlo, hoy voy a compartir un nuevo fragmento de su segunda parte, que aún no tiene título pero lleva buena marcha y espero que esté terminada para el verano. Valga esta entrada pues para despertaros la curiosidad por el nuevo libro y de paso para que quienes no tengáis todavía el primero aprovechéis la nueva edición para pedírselo a vuestro librero habitual (y si no lo tiene que lo solicite a la editorial, que todo problema tiene su solución)

Sin más os dejo con el nuevo fragmento:

Aquella noche, sin embargo, Esther volvió a tener uno de sus sueños. No le había vuelto a pasar desde que conocieron por fin a su tataratatarabuela, ni siquiera con su pijama mágico. A la mañana siguiente se despertó algo asustada y confusa sobre los detalles del sueño pero con las ideas mucho más claras sobre lo que había ocurrido. Y enseguida le contó a su hermana lo que recordaba: un dragón llegaba volando y se colaba en su habitación rugiendo y echando llamaradas por sus ardientes fauces. Estaba muy enfadado y no hacía más que gritar que le habían robado lo suyo y que a cambio quería el libro. Después todo se volvía confuso por el humo del fuego que empezaba a prender por todo el cuarto. De repente era la bruja la que aparecía de la nada y le decía a Esther que no se preocupara por las amenazas del dragón, que no podía hacerles ningún daño, pero que tuvieran buen cuidado de que el libro no cayera en manos de nadie, incluso si para eso debían utilizar la pirámide.
Las dos hermanas pasaron un buen rato discutiendo sobre lo que todo aquello podía significar. ¿Debían viajar en el tiempo para ocultar el libro? Pero estaban convencidas de haber encontrado un buen escondite. ¿Hasta dónde conocería el ladrón sus hábitos? ¿Era posible que las hubiera seguido el sábado hasta la tienda? Si sospechaba que podían haberlo ocultado allí no le sería tan difícil descubrir el escondrijo… con lo seguras que estaban ellas de haberlo hecho bien... ahora ya no sabían qué hacer. Si al menos pudieran consultarlo con su tataratatarabuela…  
Decidieron salir con su perro, llevarlo cerca de la tienda por si él detectaba algún peligro. No era una opción muy segura, pero tampoco se les ocurría nada mejor por el momento. Pensaron que volver al sótano de la tienda para sacar el libro sería más sospechoso que no hacer nada.

Así, se pusieron calzado cómodo y salieron con Dog a dar uno de esos largos paseos que tanto le gustaban. Con las orejas de punta y el rabo moviéndose a toda velocidad en señal de felicidad, Dog las fue llevando por donde se le ocurrió, aunque como era un perro muy listo, a las primeras indicaciones de las niñas ya fue capaz de intuir por donde querían ir y lo que esperaban de él. Las llevó pues, dando algún que otro rodeo por los parques de su preferencia, hacia la tienda. No se acercó demasiado pero sí se entretuvo en la plaza de enfrente, olisqueando aquí y allá. No era un comportamiento que pudiera llamar la atención de nadie, desde luego, pero con eso se aseguró de que no había pasado por allí la misma persona que había irrumpido en el dormitorio de sus amitas. Satisfecho con su inspección, tiró de la correa para seguir con su paseo, ahora ya libre de toda obligación.

 El libro pues estaba seguro, al menos de momento. Durante la caminata, sin embargo, las niñas no dejaron de estar inquietas y comentar una y otra vez el sueño de Esther, aunque no fueron capaces de llegar a ninguna conclusión. Tendrían que esperar acontecimientos…

lunes, 27 de febrero de 2017

El gusanillo de la escritura

"Siempre me ha gustado inventar historias. 
Cualquier momento es bueno para eso.
La imaginación no tiene horarios.
Las historias se presentan de pronto, en mitad del día o de la noche, sin que nadie las llame, como fantasmas. Un escritor debe reconocer una buena historia desde el primer momento, y saber cuándo hay que empezar a escribirla, ni demasiado pronto ni demasiado tarde.
Un día, la historia se convierte en libro y llega a tus manos. Y es entonces cuando tú decides si va a seguir viva o no. 
Espero que Te regalo a mi hermano viva en tu imaginación como vivió durante un tiempo en la mía"

Manuel L. Alonso

El otro día le estaba haciendo a mi hija uno de sus "dictados casa" (tenemos que hacerle uno a la semana) y le dicté precisamente esta entrada de uno de sus libros: "Te regalo a mi hermano", de Manuel Luis Alonso. Seguro que entendéis por qué me llamó la atención, sobre todo si habéis leído mi última entrada, recuperada de hace ya tantos años.

Escribir tiene algo mágico. Leer también, desde luego, es sumergirte en otros mundos, vivir mil vidas sin moverte del sofá de tu casa, pero escribir... escribir es no sólo vivirlas, sino crearlas. No sólo meterte en la piel de otro personaje, sino jugar a ser Dios con él.

El lugar donde escribes también hace mucho, creo. A mí me gusta escribir en la biblioteca, por ese ambiente de recogimiento y silencio que tan bien acompaña a los cientos de volúmenes que te rodean, pero no siempre puedo lograrlo. Luego ya están los escritorios de mis sueños, como éste, al que he tenido ocasión de sentarme este fin de semana (lástima no haber podido escribir en él, pero al menos me hice la foto) ¡Qué buenas novelas se tienen que escribir ahí!



Tipos de escritores hay muchos. Formas de enfocar la escritura también. Yo soy poco organizada en este sentido, mucho más... mágica, vamos a llamarlo así. ¿Sabéis por qué? pues porque a mí me basta con tener la idea de la que tirar para que la escritura vaya fluyendo de forma casi independiente. A veces hay que darle un empujón, claro (y para eso hay muchas técnicas que nos sirven para estimular la creatividad, ahora os cuento alguna) pero, en general, cuando yo empiezo una historia, los propios personajes me la van narrando. Sé que suena raro, a mis hijos les hace mucha gracia cuando se lo cuento, pero es un poco así. Empiezo a escribir, sin tener ni idea de por dónde voy a tirar, y simplemente la continuación me viene a la cabeza. Repito, no siempre, que más quisiera yo... hay días en que estás bloqueado y no hay manera... pero para esos días, como os decía, siempre hay técnicas. Hay muchas, podéis googlearlo si queréis y veréis varias ideas. A mí particularmente las que más me gustan son estas tres:

- Los boles de ingredientes: ésta es para tenerla preparada previamente. Se puede montar una vez y guardar para tantas veces como sea necesaria. Se trata de escribir en papelitos, que pueden ser de tres colores distintos para distinguirlos bien: verbos, sustantivos y adjetivos. Al azar, lo que se os ocurra, y tantos como queráis. Se llena cada bol con su categoría correspondiente y cuando estemos bloqueados simplemente sacamos un papelito de cada bol y construimos una historia con las palabras que nos hayan salido. Por ejemplo: casa, volar, adorable.

Hala, haced la prueba (incluso en familia, es una actividad muy divertida para hacer con los niños y de paso estimulamos su creatividad y capacidad de expresión), a ver qué se os ocurre. Por supuesto, os animo a compartir vuestras historias en los comentarios.

- La noticia: más fácil aún que la anterior. Se trata simplemente de revisar las noticias del día, o éstas que corren como la pólvora por redes sociales. Todo vale, se trata simplemente de que con alguna de ellas se nos encienda la bombillita y nos sugiera una buena historia. Yo recuerdo con mucho cariño el relato que construí sobre una tal Señora Landers, ladrona de guante blanco que estaba tratando de enseñar el oficio a su nieto, ya que el hijo le había salido policía (la oveja negra). Todo a raíz de la noticia del robo de unos cuadros.

- La hipótesis fantástica: para ésta os sugiero contar con un niño que os de la idea pero no es imprescindible. Se trata de plantearse una hipótesis cuando más extraña mejor (por eso lo del niño, suelen tener ideas muy originales) y desarrollar qué pasaría si realmente ocurriera. Por ejemplo: ¿qué pasaría si un día el colegio saliera volando con todos nosotros dentro?

Como veis, ninguna de estas ideas os va a solucionar la novela inacabada ni os va a decir realmente por dónde continuarla, pero sí sirven para romper ese bloqueo creativo (el famoso síndrome del folio en blanco) y una vez liberada de nuevo vuestra imaginación, poder continuar por dónde os habíais quedado. ¡Espero que os sirvan de ayuda alguna vez!

lunes, 13 de febrero de 2017

Perezosos sueños de lunes.



Como cada mañana, mi despertador sonó a las 6:15. Como cada mañana, tuve que pensarme si efectivamente me levantaba pronto para ir a hacer deporte o me podía la pereza y me quedaba durmiendo un rato más. Ganó la fuerza de voluntad. Mordisquée una tostada por no salir en ayunas, me vestí y salí a correr un rato. Me sorprendió no cruzarme con nadie. Normalmente coincidía gente somnolienta camino del trabajo y con algún que otro barrendero "poniendo las calles".

Tampoco presté mucha atención la verdad. Mi cabeza a esas horas, y sin café, no funciona demasiado bien. Di la vuelta prevista y volví a casa para darme una ducha rápida, desayunar algo más consistente y salir pitando hacia el trabajo. De nuevo me sorprendió la escasez de viandantes, incluso de coches. El ejercicio, la ducha y el café habían hecho su efecto y ahora sí estaba en condiciones de fijarme. No circulaban autobuses urbanos, apenas vi algún coche por el camino, y no más de dos o tres personas, que obviamente no iban al trabajo sino que más bien volvían de fiesta.

A ver si me he colado y va a ser domingo o algo, pensé. Pero no, no, la fecha en mi móvil estaba clara. Lunes 13. Sacudí la cabeza y me apresuré. Con la tontería me estaba entreteniendo y aún iba a llegar tarde al trabajo.

Pero no llegué tarde, claro, ¡si no había tráfico! de hecho llegué la primera, ya que el parking de la empresa se encontraba todavía vacío. Como los de las empresas de alrededor, observé... definitivamente aquello no era normal.

Introduje mi llave en la cerradura pero no funcionó. Estaba como enmohecida, parecía llevar mucho tiempo sin usarse, pero yo misma la había abierto el día anterior, estaba segura. Decidí esperar un poco a que llegara algún compañero pero nada, por allí no aparecía nadie. Me acerqué al bar del polígono, un par de calles más allá, pero para mi sorpresa tenía el mismo aspecto desvencijado de la cerradura de nuestra puerta. También parecía llevar meses cerrado, pero juraría haber estado allí hacía solo unos días.

En estas, vi acercarse un coche de policía. Bueno, al menos podré preguntar a alguien, pensé. Pero, para acabar de rematar las sorpresas del día, del coche sólo salió un androide que me preguntó si me había perdido.

- "Pero si yo trabajo aquí al lado", repuse.
- "Trabajo" -me dijo con una voz de repente enciclopédica- "Acción y efecto de trabajar. Ocupación retribuida. Vigente hasta octubre de 2058 cuando los últimos vestigios fueron por fin sustituidos por la labor de las máquinas"
- "¿Cómo?" - pregunté - "¿2058? ¿ya no se trabaja? pero ¿en qué año estamos?"

El robot me informó de que estábamos en 2102, que el trabajo se consideraba propio de culturas antiguas y poco desarrolladas que necesitaban de su esfuerzo para ganar unas extrañas monedas que les servían para conseguir cosas. Me miró fijamente y tomó mi muñeca entre sus extrañas manos.

- "Amnesia" - dictaminó- "combinada con una extraña alteración neuronal que le hace creer que sigue en 2017. La llevaré al hospital donde los androides doctor podrán tratarla convenientemente"

Me había gustado aquello de que el trabajo se consideraba algo anticuado y que ya no hiciera falta para ganar dinero pero entonces, ¿de qué se vivía en 2102?

Pronto salí de dudas. En el hospital, tras pasar por las expertas manos de un androdoctor que decidió que sólo necesitaba unas cuantas dosis del fármaco XR42 y unas horas de descanso, me llevaron a una soleada habitación donde una viejecita charradora me informó de todo cuanto necesitaba saber.

Efectivamente, el trabajo había desaparecido del todo hacía ya muchos años. También el dinero. Ahora todo el trabajo lo realizaban máquinas pero como ellas no necesitaban cobrar ningún sueldo, los bienes que producían llegaban de forma libre al mercado, donde sólo había que pasar a recoger lo que hiciera falta. Por eso nadie ya madrugaba, ni tenía que desplazarse salvo por capricho. Seguía habiendo labores artesanas o creativas que mucha gente realizaba por hobby, pero no cobraba por ello. Me hubiera gustado seguir escuchando a la anciana pero el fármaco que me habían inyectado me estaba haciendo efecto y un pesado sopor se iba adueñando de mí poco a poco hasta que me quedé frita.

Lo siguiente que recuerdo fue que sonó el despertador. Las 6:15. Lo apagué de un manotazo, recordando que el trabajo ya no existía, pero alguna neurona de guardia se puso en alerta y me empeñó en mantenerme despierta. Por si acaso me asomé a la ventana y, ¡dichosa neurona!, ¡tenía razón ella!, allí estaba nuestro barrendero, dejando nuestra calle limpia como una patena antes de que la mayoría de vecinos saliéramos de casa. La luz parpadeante de mi móvil indicaba que mis amigas ya estaban también en pie, preparándose para un nuevo día de trabajo. ¿Pero cómo? ¿no se había extinguido ya esto? ¿Sería posible que sólo hubiera sido un sueño de perezoso lunes?

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