Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

martes, 22 de julio de 2014

De primeras veces

Leía no hace mucho una entrada en retrones y hombres de su nueva colaboradora: Patricia Carrascal (@viernescilla) sobre sus primeras veces. Reconozco que el artículo me emocionó, me gusta cómo escribe, cómo cuenta las cosas, con toda su crudeza pero sin perder el sentido del humor, aunque esto es una constante en este blog, escriba quien escriba.

El caso es que me dio por pensar en esas primeras veces mías que se me han quedado grabadas a fuego y, aparte de la obvia, que no os voy a contar aquí, también por razones obvias, hay una que destaca sobre todas las demás. Seguramente no sobre mi primer embarazo (ese primer test positivo no tiene precio) ni sobre mi primer parto. Ni siquiera sobre los segundos, tan intensos como los primeros a pesar de no ser ya novedad. Pero sí tuvo una relevancia tremenda, probablemente por toda una serie de añadidos, claro. Las cosas nunca vienen sólas sino acompañadas de todo un contexto, de un pasado y de un futuro apenas vislumbrado pero que se adivina lleno de oportunidades.



El primer día en la universidad... ¡qué momento tan intenso! con lo que yo me había currado la selectividad para asegurarme el acceso a la carrera que quería. No recuerdo haberme esforzado tanto nunca más. Pero era la época en que yo todavía me iba a comer el mundo, ¿recordáis? Era la ruptura con algo que ya no servía y el inicio de todo. Nuevos amigos, nuevas oportunidades, nueva vida, en fin. Todavía sonrío cada vez que paso por este edificio (aunque en mi primer día allí el edificio nuevo que se ve a la izquierda, la nueva biblioteca, no estaba todavía) Pese a que al final las clases me resultaron bastante decepcionantes en general (a excepción de un par de profesores), pese a que al final sólo estuve allí dos años (estudiando, mi pertenencia a la asociación de estudiantes duró mucho más), sigue siendo uno de esos momentos que marcan una transición en la vida. Un punto de inflexión, como lo fue para mí mi año en Pau, y como lo fue sin duda el momento en que decidí ir a la presentación de esa asociación de nombre raro: AIESEC, que desde luego marcaría mis años universitarios y sin duda el resto de mi vida.

Os invito a reflexionar sobre vuestras primeras veces y, si os apetece, a contarlas aquí. Atención: el riesgo de ponerse nostálgico es elevado.


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