Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

martes, 31 de diciembre de 2019

Los locos años 20

No queda nada para dejar atrás 2019, un año que no pasará a la historia como mis favoritos pero que ha tenido sin duda cosas buenas. En pocas horas daremos entrada a los que espero que como reza mi título, sean de verdad mis locos años 20. Lo serán, seguro, de mis hijos, les pillará en plena adolescencia y más alocada juventud. Aburrirnos seguro que no nos aburrimos.

Pero todavía estamos en 2019 y, sin dejar el año, esta misma tarde he tenido ocasión de probar algo que llevaba tiempo queriendo hacer. ¡Volar! 


Gracias a Terminal Zero Fly y su alucinante túnel de viento he podido acabar el año liberándome al menos simbólicamente de ciertos lastres que venía arrastrando y que no quiero llevarme a 2020. Lo cierto es que simbología aparte (os confesaré que llevaba conmigo escondido entre la ropa un papelito con mi deseo más ambiciosamente loco para el próximo año, tontería o no, quería hacerlo volar), la experiencia de volar me ha gustado muchísimo. Hay quien se encuentra tenso pero yo me he sentido totalmente relajada y libre. Cierto que vas controlada por el monitor pero tengo claro que no me voy a quedar con este bautizo. Quiero aprender al menos los movimientos básicos para ser capaz de moverme sola en el aire así que sin pretenderlo, de la experiencia de hoy ha salido uno de mis propósitos para el año entrante. 

Tengo muchos más, pero el más importante de ellos va a ser centrarme en lo importante. Porque me he dado cuenta de que últimamente quiero abarcar muchas cosas, no me centro en ninguna, y al final, no solo no obtengo resultados de verdad en ninguno de mis objetivos sino que acabo teniendo despistes de lo más tontos en cualquier cosa. Ya me ha pasado esto alguna otra vez y no me gusta. Cuanto antes le ponga punto final mejor. 

Una cosa que sí va a tener prioridad sobre las demás es acabar la tercera parte de mi libro. 

Luego por supuesto me propongo seguir manteniendo un equilibrio en mi alimentación y deporte, pero este año creo que no voy a marcar objetivos específicos en estos ámbitos, me conformaré con no desviarme del camino. 

A nivel personal ya os avancé que tengo trabajillo por delante con cierta persona. A punto estuve ya hace unos días de arrepentirme de mis buenas intenciones pero respiré hondo, dejé pasar el momento y un par de días después estaba lista de nuevo para intentarlo. Me parece que esto me va a costar mucho... me armaré de paciencia.

En familia queremos recuperar esa buena costumbre de ir echando papelitos a un bote con esos buenos momentos que todos vivimos día a día y a veces se nos pasan por no prestarles atención. 

Y supongo que con esto, ya que quiero centrarme, debería dar por cerrados mis buenos propósitos para el año. ¿Has pensado en los tuyos? 

En cualquier caso ¡¡¡FELIZ AÑO!!! nos vemos de nuevo en 2020. 

jueves, 26 de diciembre de 2019

Mi lado más Grinch

No, no me entendáis mal. Yo no odio la Navidad en sí misma, tampoco lo hacía el Grinch, no cuando descubre que en realidad hay algo más que regalos y aparentar.



Del Grinch se rieron por ser distinto y querer ser como los demás en Navidad. Se supone que es una época para compartir, ser mejor persona y demás. Pero no, en el cuento como en la vida real, son fechas para hablar de todo y de todos, juzgar y criticar, gastar ingentes cantidades de dinero en regalos que quedarán olvidados en pocos minutos porque todos, y los niños más que nunca, tenemos demasiadas cosas y no damos abasto para apreciarlas. También son fechas de comer como si se acercara una gran hambruna. Que no digo que no esté bien preparar alguna comida especial para disfrutar con tus seres queridos pero salvo que estos sean todo el equipo olímpico español, no hace falta cocinar para un regimiento ni obligar a nadie a comer hasta la indigestión. Harina de otro costal en, en muchos casos, la gente con la que forzosamente hay que juntarse. ¿Cuántas comidas o cenas acaban en discusiones? está bien verse con aquellos a quienes no ves a menudo pero a veces hay que saber seleccionar también y pasar un poquito de ciertos compromisos. Se trata de disfrutar, no de estar tenso toda la noche. Afortunadamente no es mi caso, pero seguro que más de uno ha asentido con la cabeza al leerme.

Ese tipo de cosas son las que no me gustan de la Navidad. Pero sobre todo no me gusta la inmensa bola de hipocresía en que se han convertido estas fiestas. Mientras unos gastamos dinero a raudales en regalos inútiles y comida a todas luces excesiva para celebrar que hace dos mil y pico años nació un niño en un pesebre porque sus padres no tenían donde dormir, a tan solo unos kilómetros tenemos refugiados malviviendo en campos poco preparados para el frío invernal o inmigrantes tratando de llegar a nuestras costas en busca de una vida mejor, o simplemente huyendo del horror. Con suerte hacemos unos minutos de reflexión y nos proponemos firmemente ser mejores personas para el siguiente año, propósitos que suelen durar menos que las doce campanadas, o simplemente nos quedamos con los ya desgastados objetivos que renovamos un año tras otro sin alcanzarlos nunca.

He visto a mucha gente quejarse este año, y con razón, de que mientras intentan ser razonables con los regalos de sus hijos, en los telediarios nos muestran salones repletos de regalos y felices niños abriendo paquete tras paquete. ¿De verdad tiene que salir eso en el telediario? ¿a nadie le chirría luego la noticia de otra patera naufragada en el mediterráneo? A mí sí, a mí en esas ocasiones me sale mi lado más Grinch y solo me apetece desaparecer del mundo por unos días, al menos hasta que la sangrante hipocresía navideña deje paso de nuevo a la rutina, igual de fea pero al menos más honesta. 

Y no es que me falte espíritu navideño, es que el que creo que mi espíritu no encaja demasiado en este mundo.

martes, 17 de diciembre de 2019

Fin de año, principio de año


Este año ando un poco desubicada porque por diferentes motivos no hemos podido realizar nuestro tradicional periodo de reflexión durante el Adviento. Normalmente para estas fechas ya tenemos bastante analizado el año que acabamos de pasar, hemos reconocido esas cosillas que todos podemos mejorar, y también las que hemos hecho bien, por supuesto, no podemos quedarnos solo en lo malo. También a estas alturas tenemos ya definidos una serie de objetivos que queremos conseguir durante el año entrante y, si se nos ha dado bien la cosa, más o menos una estrategia para lograrlos. 

Esta vez sin embargo no tenemos nada de eso, y me descoloca porque me parece importante para cerrar correctamente etapas. El fin de año no deja de ser una fecha más en el calendario, como el inicio de septiembre, también muy dado a los buenos propósitos, pero simple fecha o no, lo cierto es que es un momento tan bueno como cualquier otro para parar unos instantes y reflexionar. Vamos todo el día corriendo de aquí para allá y haciendo la mayoría de las cosas por inercia, no nos paramos lo suficiente, me temo. 

Así pues, me paro ahora y reflexiono. 

No ha sido un año especialmente bueno. Han pasado muchas cosas y no todas de mi gusto. Tampoco ha sido catastrófico, no pienso dejarme llevar por mi lado drama queen. En la parte positiva debo resaltar que me ha servido para trabajar a nivel personal muchos aspectos de mí misma que en algunos casos hasta desconocía. En la más negativa, me he enfrentado a alguna que otra situación desagradable con alguien a quien consideraba de alguna extraña manera un amigo, a quien por momentos llegué a expulsar casi totalmente de mi vida (todo lo que las circunstancias me permitían) y a quien, finalmente, por una carambola del destino de estas que de golpe te recolocan las prioridades sin comerlo ni beberlo, he decidido dar otra oportunidad. No prometo que salga bien, esto no depende solo de mí y he descubierto serias incompatibilidades en nuestras formas de ser que no estoy segura de ser capaz de cuadrar, pero parece ser que en su momento me caló lo suficientemente hondo para ser capaz siempre de afianzar sus raíces y resistirse a morir. Y para qué mentir, le echo de menos... no he llegado a entender muy bien cómo hemos sido tan tontos los dos como para estropearlo todo tanto, ni estoy segura de que tenga arreglo, pero me gustaría trabajar en ello durante este próximo año. Ya lo estoy haciendo en realidad. 

Como ya os comenté en la entrada de mi cumpleaños, me he enfrentado a algunos de mis defectos que, francamente, ni siquiera era consciente de tener. O sigo en ello, no estoy segura. En cualquier caso estoy puliendo cosillas, sigo trabajando en mi famosa y cada vez menos inalcanzable comunicación asertiva (estoy haciendo progresos, lo prometo, aunque de vez en cuando todavía se escape mi yo agresivo), y hasta estoy planteándome una posibilidad en el ámbito laboral que aunque todavía es remota, empieza a tomar visos de posible, lo que hasta hace solo unos semanas sonaba a utopía. No tengo nada claro que llegue a buen puerto porque en este mundo en que vivimos todo cambia tan rápido que lo que hoy es blanco mañana podría ser verde, o quizás dorado y con brillibrilli. Pero también sigo trabajando en aquello que os conté sobre Maslow, el ego y el desapego, que ya os adelantaba que no sería fácil pero creo que vale la pena.

Otras cosas ya os las he ido contando, mi segundo libro está ya en circulación (por cierto, excelente regalo para los niños estas navidades, no dejéis de pedirme vuestro ejemplar dedicado si lo queréis) y me considero muy afortunada en no pocas áreas de mi vida. Lo del deporte lo llevo regular, o más bien inconstante, como siempre, lo de escribir más de lo mismo... pero bueno, son esas clásicas cosillas a mejorar que siempre se me van quedando de un año para otro porque nunca es suficiente.

Resumen agridulce pues. No acabo de decidirme por si ha sido más agrio que dulce o al revés, supongo que depende de en qué áreas de mi vida me centre. Hablando de ello, no hace mucho volví a hacer una rueda de vida. La descubrí hace años y me parece una herramienta excelente, no solo para ver de un golpe dónde estás, sino también para relativizar, porque muy mal se te tiene que dar para estar fatal en todas las áreas de tu vida. Quizás hasta después de hacerla te sorprendes de lo bien que estás en alguna y ni siquiera te estás dando cuenta. Os lo aconsejo. 

Y yo creo que de momento lo dejo aquí. He parado, pensado y establecido el punto de partida para fijar objetivos para 2020 con sus correspondientes estrategias. Además estamos pensando en una nueva idea para ese acto simbólico que últimamente hacemos la última noche del año. Ya hemos hecho lo de lanzar nuestros deseos en globos, el año pasado escribirlos en papel de semillas y plantarlos... para este año nos ronda otra idea la cabeza pero todavía no puedo contaros, aún no está del todo definido.


jueves, 22 de agosto de 2019

Cómo sobrellevar la vuelta de vacaciones


Hace unos días, un comentario en Twitter acabó llevándome a una reflexión muy interesante. La conversación fue la siguiente:



Bromas aparte sobre la legalidad o ilegalidad de mis primeras ideas, lo cierto es que me dio que pensar. Últimamente trato de autoconvencerme de que el trabajo no es ni debe ser una forma de autorrealización (o no la única al menos) porque no siempre se puede tener el que querrías o de la forma que querrías y también hay que saber sobrellevar eso. Por supuesto lo ideal sería tener un trabajo que te apasione en el que te dé igual que sea lunes que viernes porque lo disfrutas igual y no coges el fin de semana como si fuera la última botella de agua del desierto. Pero, seamos prácticos. Ni eso es siempre así, ni es tan fácil hoy en día cambiar de puesto ni mucho menos encontrar el ideal.


Lo dicho, seamos prácticos. Partiendo de la base de que tenemos un trabajo que no nos apasiona pero en el que tampoco estamos tan mal que realmente no haya otra opción que huir de él, ¿qué hacemos para mejorar nuestra jornada laboral? O, como planteaba Raúl, ¿qué hacemos para tener más “sensación de vacaciones” en nuestro día a día?


Supongo que esto depende de cada uno pero para mí lo fundamental es encontrar algo que te permita disfrutar todos los días (o casi). Si no es el trabajo, entonces hay que asegurarse de que sea otra cosa. Para algunos será hacer actividades en familia, para otros algún hobby…
Estoy pensando en lo que me haría falta a mí pero no resulta tan fácil.


He pensado primero en dedicar un ratito al ejercicio. Precisamente estoy pensando en volver al gimnasio. Lo dejé porque con mis nuevos horarios no estaba yendo nada pero realmente lo necesito así que habrá que "hacer un poder" y darle la prioridad que merece, que al final todo se reduce a eso. El día tiene 24 horas, cómo las gastemos depende de a qué le damos más importancia.

Sin embargo, ir al gimnasio no me ayudará a sentirme de vacaciones.

Siguiente planteamiento: dedicar un ratito cada día a escribir (o documentarme). Estoy trabajando ya en la tercera parte de mi saga de pequeñas brujas y es cierto que cuando más tiempo le dedico es cuando estoy de vacaciones, sobre todo en el pueblo. Peeerooo, lo que son los hábitos: esto lo relaciono con el ratito tranquilo en la terracita con mi coca cola zero zero y mis almendritas, pistachos o lo que tocara ese día. No estoy segura de que tener que sacar sí o sí un rato aunque sea al final del día, ya cansada, para escribir, me haga sentir de vacaciones. Tengo que darle una vuelta a esto para encontrar el modo de hacer que se parezca más al ratito tranquilo del pueblo. Quizás reservarme un hueco para tomar algo en una terraza o parque (esto tiene otro inconveniente, que es que la batería de mi portátil murió hace tiempo y necesito enchufe, pero bueno, nada que no tenga arreglo, busquemos soluciones, no problemas) Prometo pensar en ello. 


Por supuesto la desconexión laboral fuera de horas de trabajo, eso es obvio (aunque no tan fácil) y sobre la desconexión en general del móvil… es cierto que estando en el pueblo, con cobertura limitadísima y fluctuante, he tenido que desconectar, pero a la fuerza. No me siento cómoda sin poder consultar a gusto mis redes sociales, mis cuentas bancarias o incluso el tiempo que va a hacer. No sé si estoy gravemente enganchada o no, pero la desconexión no me hace descansar sino más bien al revés. Sin embargo, reservar algún ratillo al día para olvidarme del móvil por completo no me parecería mala idea. Lo probaré también.


¿Qué trucos utilizarías tú para que la vuelta al trabajo no suponga tanto choque?  ¿me lo cuentas en comentarios?

sábado, 29 de junio de 2019

Literatura infantil y juvenil

Hace poco fui invitada a hablar sobre literatura infantil y juvenil en un acto programado por la editorial "La Fragua del Trovador" como parte de las celebraciones de su décimo quinto aniversario. 

Podéis ver el vídeo aquí pero os dejo también el texto original que preparé para la ocasión porque bueno, una cosa es lo que preparas y otro lo que luego improvisas, ¿verdad?



Buenas tardes a todos y gracias por venir. Siempre es un placer encontrar a tanta gente interesada en un acto literario. Y más aún cuando está organizado por una editorial que no duda en dar una oportunidad a escritores noveles. Ya sabéis lo que dicen sobre tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, que lo difícil no es eso, lo difícil es criar al hijo, que el árbol agarre bien y crezca y, el más difícil todavía; publicar el libro. Yo llevo muchos años escribiendo, no sólo infantil, he escrito de todo, me he presentado a un montón de concursos, he enviado mis manuscritos a toda editorial en la que se me ha ocurrido que pudieran encajar, pero fue La Fragua del Trovador la que confió en mí para su colección puzzle.
He oído muchas cosas sobre la literatura infantil y juvenil. Los datos parecen decir que goza de buena salud, y es normal, digan lo que digan, a los niños les gustan las buenas historias. Al principio que se las lean, eso les gusta a todos y luego, ay, luego se complica. Cuando tienen que ser ellos quienes las lean. No deberíamos perder nunca del todo esa buena costumbre de leer en voz alta para la familia, probadlo, os gustará. Hace poco me preguntaron si no era mucho más difícil escribir ahora para niños de lo que lo era escribir para nosotros. No les faltaba razón, las nuevas generaciones están habituadas a la inmediatez, a que todo ocurra muy rápido y en muy breves periodos de tiempo. Los libros no van tan rápido, por eso sí es importante un buen comienzo, que les enganche rápido, para que no se aburran y lo dejen en busca de algo más trepidante. Pero qué difícil es empezar con tanta garra, las buenas historias necesitan ir cociéndose despacito. Y sin embargo, qué grandes obras infantiles se han escrito. Hace unos años vi en twitter, que ya sabéis lo alcahuete que es, algo que me puso los pelos de punta; una chica de nombre Diana se dirigía a un conocido autor zaragozano con el siguiente tweet: "Por favor, @DavidlozanoG, explícale a mi profesor de Lengua que la Literatura Juvenil no es para incultos subnormales"

Tremendo, ¿verdad? Si un profesor de literatura es capaz de soltar semejante perla, ¿qué podemos esperar? O mejor aún, ¿qué podemos hacer nosotros? Si tenéis hijos sabréis que basta que se les insista en que hagan algo para que tiren por lo contrario. ¿Se puede obligar a alguien a leer? Por poder, se puede. Pero no me parece la mejor opción. Si en casa hay libros, se dedican ratos a la lectura, y se ha leído en voz alta a los más pequeños, la evolución natural es que cuando crezcan sigan leyendo. Pero para eso hay que poner a su disposición todo tipo de lecturas, no sólo las que nos parezcan buenas. A veces querrán leer el último experimento literario del youtuber de moda, que lo lean. Les dará por los cómics, tan denostados, los pobres. Que los lean. Hay novelas gráficas brillantes y universos enteros creados magistralmente mano a mano entre escritor y dibujante. Porque esa es otra, elemento fundamental en toda literatura infantil que se precie. Los ilustradores. No sé qué haría yo sin el mío: Alejandro Navarro. Yo que dibujo mucho peor que cualquiera de mis lectores más pequeños. Y lo importante que es para ellos que el texto esté acompañado por esos dibujos. Lo veía cuando mis hijos eran más pequeños, leían el texto y se quedaban ensimismados observando la ilustración que lo acompañaba. Escudriñando hasta el último detalle, cuadrándolo con la imagen que ellos mismos se habían hecho de lo leído y sí, también buscando discrepancias. El público infantil es muy exigente. Es un gran error minusvalorarlos. También me parece un error escribir con un lenguaje demasiado simplificado. Son niños, no tontos. Y la lectura es una forma más de aprender cosas, entre otras nuevo vocabulario. También es un gran muestrario de realidades, como las nuevas familias o las relaciones poco convencionales y sin embargo cada vez más habituales.



domingo, 16 de junio de 2019

45 años

A pocas horas de mi 45 cumpleaños, llega ese (otro) momento de hacer repaso del año que dejo atrás. Además esta vez me parece especialmente significativo por ser los 45, que serán igual que cualquier otro, pero no sé, a mí no me lo parecen...



Lo cierto es que en líneas generales no puedo (o no debo) quejarme de este año. Por el lado personal y familiar todo sigue estupendamente, he sacado nuevo libro, que podéis comprar aquí,  y hasta he salido en la tele presentándolo.

Estooo, pedazo de spam os he colado, yo que estaba reflexionando sobre el último año de mi vida y aprovecho justo ahora que estaba justo a punto de llegar al momento "bajón depresivo reflexivo existencial sobre el rumbo de mi vida en estos años" de la viñeta. Sí, ya, que ya será para menos, claro que es para menos pero no consigo librarme de una desagradable sensación en un área muy particular de mi vida que en ocasiones incluso llega a afectar a otras áreas y eso no me hace ninguna gracia. En el otro lado de la balanza, debo reconocer que esta situación me ha hecho enfrentarme, entre otras cosas, a defectos que desconocía que tenía y, sobre todo, dar (a la fuerza ahorcan) con herramientas de desarrollo personal que al final van a ser lo mejor que saque de todo esto.

Y como no quiero terminar con esta nota agridulce, me vuelvo a lo mejor de este año que ha sido ver por fin publicada la segunda parte de "El pijama mágico", siempre con la editorial "La Fragua del Trovador" y la colaboración de mi dibujante favorito: Alejandro Navarro Serrano.

Por si os apetece vernos y no me seguís en redes sociales, donde ya he colgado el vídeo, os dejo el enlace al programa completo. Alejandro y yo salimos a partir del momento 1:09:30

Para el año que viene tramo sorpresas nuevas, pero tendréis que esperar para descubrirlas...

sábado, 1 de junio de 2019

La pirámide del dragón (extracto)

Ya no queda nada para presentar oficialmente mi nuevo libro en la Feria del Libro de Zaragoza así que para que vayáis abriendo boca, os dejo con un pequeño extracto de la historia y su correspondiente ilustración de Alejandro Navarro:


Suspirando fuertemente, Esther alargó su mano libre y con todo cuidado sacó la pirámide de su caja. De repente tomó un color verde esmeralda y pareció recorrida por un sinfín de pequeños relámpagos en su interior.
De nuevo Esther susurró unas extrañas palabrejas y, sin saber muy bien cómo, las dos hermanas se vieron metidas en un extraño viaje. A su alrededor todo parecía moverse muy deprisa pero ellas no sentían nada raro. El paisaje se fue oscureciendo hasta volverse negro del todo. Podían ver múltiples remolinos a su alrededor pero ninguno las dañaba. Finalmente, la velocidad de todo aquello disminuyó por fin. Volvían a verse árboles y rocas a su alrededor y por fin todo paró. Estaban solas en un paraje que recordaba vagamente al que acababan de dejar pero que evidentemente no era el mismo. Decidieron bajar hacia la playa a ver qué encontraban pero apenas habían dado un par de pasos cuando la tierra comenzó a temblar.
Pensaron que sería otro movimiento de tierras pero pronto una gran mole que se acercaba lentamente hacia la playa las sacó de su error. No podían creer lo que veían. Hacía apenas unas horas habían estado mirando dibujos y reproducciones de esos enormes bichos prehistóricos ¡y de repente tenían uno delante de sus narices!

Era enorme, pero masticaba tranquilamente unas hojas de árbol así que no les asustó demasiado. Desde luego no tenían ninguna gana de cruzarse con él, pero al menos no había riesgo de que las atacara para comérselas. 






domingo, 26 de mayo de 2019

Si yo fuera rica

Esto es un clásico. Cierra por un momento los ojos y piensa: si no necesitara ganar una cantidad mínima de dinero al mes, ¿a qué me dedicaría? ¿estaría en el trabajo en el que estoy ahora mismo? Estoy bastante segura de que tu respuesta a esta última pregunta es un rotundo NO. Pocos contestarían que sí, por desgracia, aunque haberlos haylos, claro.

Yo hace mucho tiempo que tengo clara la respuesta a la primera pregunta. A la segunda es cierto que mi respuesta ha ido variando a lo largo del tiempo pero ahora mismo sería claramente no.

Tampoco será ninguna sopresa si os digo que me dedicaría a escribir. Y no creáis que no lo intento pero no es nada fácil llegar a vivir exclusivamente de esto. Yo lo intento, que conste. Probablemente no con la suficiente constancia y esfuerzo, pero es que tampoco es fácil compatibilizarlo con un trabajo que te dé de comer, una familia... me falta tiempo, me falta dinero y sí, me falta capacidad de esfuerzo, seguro, y me sobran ganas de dormir, porque también está la opción de ganarle tiempo al sueño pero uff, lo que me faltaba ya.

Pero, aun con todo, a mi marchica, poco a poco, voy dando pasos, unos mayores que otros, hacia mi objetivo y oye, quizás no lo alcance nunca al nivel que a mí me gustaría, pero los pequeños o grandes logros conseguidos por el camino valen mucho y no hay que olvidar reconocerlos y celebrarlos, que a veces se nos olvida y nos fijamos solo en los que nos falta.


En fin, os dejo que tengo una nueva idea para otro libro, y donde no hay trabajo ¡no hay éxito posible!


domingo, 12 de mayo de 2019

En papel de semillas

Seguro que os acordáis (y si no, pinchar en el enlace y os lo recuerdo) de esa actividad tan chula que hice con Sofía y los chicos de Atrapavientos: el cementerio de miedos. Pues bien, a raíz de ella, se me ocurrieron otras muchas utilidades para esto del papel de semillas y no paré hasta conseguir unos cuantos pliegos para uso propio. Lo cierto es que mis experimentos han tenido resultados bastantes dispersos, lo que ha dado alas a mi imaginación para darle a cada uno una explicación, más o menos acertada, más o menos extravagante. Os cuento algunas de las cosas que he hecho y mis teorías al respecto.

Otra de las ideas que comentamos en la actividad fue escribir sobre nuestros sueños, lo que dicho sea de paso, a priori me molaba mucho más que escribir sobre mis miedos, porque ya sabéis, plantar tus sueños y hacerlos crecer suena muy bien pero eso de hacer crecer tus miedos... uff...

El caso es que se lo propuse a Guille y enseguida se apuntó a escribir su sueño. Yo aquel día tenía otra idea muy distinta en mente. Sabéis que, a veces, cuando se nos va alguien, se nos quedan cosas pendientes de decir, espinitas clavadas. A veces incluso cosas por las que sabemos que deberíamos haber pedido perdón en su momento pero es demasiado tarde para hacerlo. Bueno, he aquí otra utilidad del papel de semillas: dejar por escrito todo aquello que quisimos haber dicho y ya no podemos contar en persona y plantarlo, a ver qué pasa. No deja de ser un simbolismo, sabéis que yo soy muy terrenal, pero también me gusta creer en la magia, aún sin creer en ella (bueno, yo me entiendo). Al grano; Guille y yo plantamos nuestros papelitos juntos en la misma gran maceta y el resultado ha sido francamente exhuberante. Buena mezcla por lo visto.




Si no me equivoco en la cronología, lo siguiente fue, según nuestros rituales de fin de año, plantar justo tras las 12 campanadas nuestros deseos para el año entrante. Sobre esto tengo mis dudas. Se quedó en la terraza de la abuela, donde habíamos celebrado la Nochevieja y no sé, no sé... juraría que ahí no ha crecido nada, pero tampoco sé si me hizo mucho caso cuando le dije que lo regara mucho al principio para que germinaran las semillas. En fin, veremos...

La última vez que estuvimos en el pueblo, decidimos escribirle una carta al yayo, ya fallecido. No porque tuviéramos cosas pendientes con él sino simplemente porque le gustaba tanto el pueblo que pensamos que sería bonito plantar allí nuestros pensamientos hacia él, en la casa que tanto disfrutó. No puedo hablaros aún del resultado, hasta que no volvamos por allí no veremos si ha germinado o no pero apostaría porque sí, en esa tierra crece todo y coincidió que las semanas siguientes fueran abundantes en lluvia así que me sorprendería no encontrar nada cuando volvamos.

Pero el experimento que más loca me trae no es ninguno de éstos. Como recordaréis, de los papelitos que plantamos en el cementerio me traje un retazo con mis dos miedos más personales para plantarlos en casa. Crecieron sanos y fuertes hasta el punto de que hace poco tuve que transplantarlos porque pensé que su macetita se les quedaba ya pequeña.

Pues bien, se me ocurrió pasarlos a otra maceta donde había plantado papeles de semillas pero no había crecido más que un pequeño brote. En realidad había dos, en una no había crecido nada de nada. ¿Y qué había allí plantado? pues un desahogo de estos en los que tienes una buena empanada mental y necesitas soltar. 8 hojas salieron, de descarnada y tal vez algo agresiva sinceridad. Un texto de estos que sabes que son solo para ti, que nadie más podrá leer, porque además si no lo haces así, no serviría. El caso es que en vez de destruir el texto, como habría hecho anteriormente, decidí plantarlo a ver qué daba. Bueno, pues nada, no dió prácticamente nada. Mi teoría es que el único brote que germinó fue el correspondiente a la última frase, en la que me sacudía por fin todo el yo, yo, yo, pobrecita de mí, y tal, y terminaba con un punto de bueno, vale, ¿y ahora qué? ¿qué vas a hacer para cambiar todo esto? Seguro que no tiene nada que ver, pero ya sabéis de mi afición por la simbología de todo y a mí esto me cuadra, aunque no tenga ni pies ni cabeza racionalmente hablando, así que me lo quedo.

El caso es que, como lo escrito en ese momento no dejaba de tener mucha relación con esos dos miedos míos tan personales que me traje a casa y habían crecido tan sanotes ellos, decidí transplantarlos allí. Os lo creáis o no. ¡Se han secado!



Todavía estoy trabajando en una de mis fantasiosas teorías que explique este nuevo fenómeno (que nadie intente contarte la versión perfectamente racional del asunto, esa no mola, prefiero quedarme con mis símbolos, gracias), tengo alguna idea, pero me falta darle forma. Al fondo por cierto, se puede ver ese pequeño brote que se empeñó en surgir pese a todo. Hubo un momento en que parecía que lo perdía pero al parecer se ha recuperado con el transplante y vuelve a luchar por su supervivencia. Entre las hojas secas se ve todavía alguna verde, no estoy segura de si son brotes nuevos o supervivientes de los antiguos. Lo seguiré observando y elucubrando sobre sus motivos. Por algun extraño motivo, me fascina todo esto y me dejo llevar por mi imaginación por encima de todo raciocinio. La relación entre mis miedos y mis malestares actuales en forma de planta. No me diréis que no da juego el asunto (si ya, que me pilla un psicólogo por banda y se frota las manos).

Y no, no es que me aburra precisamente, que sé que algun@ lo está pensando. Entre familia, perra, trabajo, formación y el inminente lanzamiento de mi nuevo libro, del que pronto os daré una primicia, la verdad es que voy bien servida. Quizás todo esto de las plantitas sea solo una vía de escape más, pero no me voy a poner ahora a psicoanalizarme, descuidad, solo nos faltaba ya eso, encima de que escribo poco se me va la pinza. La próxima entrada será normal, ¡lo prometo!










sábado, 5 de enero de 2019

Queridos Reyes Magos

Voy un poco justa de tiempo, lo sé, pero confío en vuestra magia.

También sé que este año no he sido demasiado buena, sobre todo con quien ya sabéis. Pero creo haber hecho muchos progresos, en ese y en otros aspectos de mi crecimiento personal. Por eso, me atrevo a pediros ante todo que me permitáis seguir desarrollándome y cumpliendo objetivos. Otros años os he pedido fuerza de voluntad pero he aprendido que no es eso lo que necesito sino otras herramientas mucho más concretas que poco a poco voy adquiriendo. Si tenéis a bien facilitarme alguna otra estaría genial.

Aún así, bueno, por mucho que una ponga de su parte, no todo depende de uno mismo, ya lo sabéis también, así que si tuvierais el detalle de traerle algo de sentido común a ese par que también sabéis para que hagan por fin las cosas como deberían y dejen de hacer el tonto os estaría eternamente agradecida. 

En otro orden de cosas, bueno, ya sabéis que este año debería ver la luz de la mano de la editorial La Fragua del Trovador, mi libro "La Pirámide del Dragón" así que si me atreveré también a pediros que le deis un empujoncito para que su lanzamiento sea todo un éxito y se vendan muchos ejemplares y, claro, que guste mucho a sus lectores.

Hay otras cosas que quiero pero no sería buena idea escribir por aquí, las sabéis, ¿verdad?

En cualquier caso, con el tiempo también he ido aprendiendo la importancia de ser agradecida y valorar lo que sí tengo. Cierto que sigo siendo inconformista y rebelde pero eso no quita para que sea capaz de ver todo lo bueno que me rodea y agradecerlo. Es importante saber relativizar, ordenar y separar.

No me siento aún preparada para hacer balance del año. Mentalmente no lo cierro hasta que no pasa vuestro día, pero sí os puedo adelantar que 2018, sin ser un año malo, me ha dejado un regusto amargo. Considerando individualmente experiencias y situaciones he de reconocer que ha estado bien, pero la sensación de conjunto no es positiva.  Ha habido un nubarrón durante casi todo el año que lo ha ensombrecido todo, aunque justo es reconocer que hacia final de año conseguí despejarlo bastante. Veremos qué me trae 2019. Tengo depositadas grandes esperanzas en él. ¿Me echáis una manita para que sea un año brillante?


Seguidores