Difilicilla ya es, no creo que nadie pueda decir lo contrario, pero como casi todo, vale más tomársela con humor que hacer un drama de ella. Y lo de ser tu propio jefe tiene sus ventajas, no digo que no, pero también es más complicado separar. Ayer mismo (domingo sí) batí mi propio record de simultanear tareas. En poco más de media hora metí a los niños en la bañera, recogí el friegaplatos ya terminado, preparé la patata, el calabacín y la cebolla para hacer una tortilla. Le pedí a maridín que me ayudara con la cena mientras yo ultimaba la oferta que debía presentarle a un potencial cliente esta misma mañana a primera hora y como se me lió recogiendo cosas, le puse la sartén al fuego con el aceite y me fui al ordenador. Cuando al rato me di cuenta de que lo tenía a mi lado, comentándome algo sobre el tamaño de la letra del presupuesto se me ocurrió preguntarle si me había puesto las verduras al fuego. Respuesta obvia: “nooooo” Así que le eché la bronca, volví a la cocina, me encontré el dichoso aceite humeando y con el cabreo puesto (y eso que los niños estaban jugando tranquilos en la bañera) tiré el aceite quemado (salpicándome de paso en la cara) y puse aceite nuevo y las verduras. Volví al ordenador y pidiéndole “amablemente” a maridín que se largara a donde yo no pudiera verlo terminé de simultanear el pochado de las verduras, la impresión de la oferta, el batido de los huevos, el vestido del niño, que no quería que su padre le pusiera ni el pañal ni el pijama porque todo lo tiene que hacer mamá, y la tortilla para la cena, intercalada con un cambio de pilas al Rayo Mac Queen parlanchín de Guille aunque sólo fuera para librarme del monocorde “no tiene pilas, no tiene pilas, no tiene pilas” de un niño a mis piernas pegado. Resultados:
- La oferta para el cliente bien, menos mal.
- La tortilla algo más turradita de lo normal pero sorprendentemente buena.
- El niño con pañal y pijama correctamente puestos.
- Mi mejilla izquierda con puntitos rojos que empezaban a inflamarse.
- Rayo Mac Queen corriendo y chillando por todo el salón “¡vamos a mover los guardabarros!”
Suerte que una ya tiene cierta experiencia en esto de las quemaduras por aceite de cocina (últimamente ilustran los informes sobre accidentes domésticos con mi foto) y en mi botiquín no falta una crema milagrosa para las quemaduras (Silvederma, por si algun@ más tiene cierta afición a sentir el ardor del aceite hirviendo sobre la piel) Convenientemente embadurnada y tratando de que no me viera mi marido por eso de no reconocer que, efectivamente me había quemado (al verme tirar de semejante genio el aceite ya me había dicho que “hala, que casi te quemas”), la piel se fue recuperando y, con un último toque de aloe vera antes de acostarme, la verdad es que hoy no queda apenas rastro del pequeño accidente.
Circunstancias particulares aparte, la verdad es que esto de la conciliación también deja imágenes curiosas. Os dejo con una de ellas y como dicen que una vale más que mil palabras, os invito a interpretarla y, si os animáis incluso a comentarla. ¿Qué os sugiere?