Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

sábado, 19 de septiembre de 2015

Otro sueño cumplido

Este año no me puedo quejar, está siendo de lo más productivo. Alguna cosilla me falta por centrarse definitivamente pero todo llegará. De momento a disfrutar de los logros actuales y seguir luchando por los futuros.



Las que me seguís desde hace tiempo sabéis bien que si Zaragoza es mi hogar, París es, como poco, mi casa. Desde que empecé a correr aquí en mi hogar la Carrera de la Mujer (por cierto, que estoy atenta, que la inscripción para este año tiene que estar al caer), me picaba enormemente correr su prima hermana parisina. Pero claro, que aquí en Zaragoza no fuera capaz de hacerme los 5km corriendo y alternara correr y andar, la de aquél... pero si me animaba a apuntarme a La Parisienne, tenía que ser para correrla enterita. Ya os he contado en entradas anteriores cómo ha sido este proceso de enganche progresivo al running así que no me repetiré. El caso es que en cuanto me apunté al reto 10k supe que éste era el año. No sabía todavía qué iba a ser de mi vida (laboral básicamente) para septiembre pero decidí que el trabajo tendría que adaptarse a mí y no al revés. Total, sólo necesitaba lunes y martes libres.

Ya sabéis también lo que son mis criaturas, dignos hijos míos, a estos les preguntas si quieren ir a París y te chillan un síiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, que se oye hasta en la Torre Eiffel. Así que pensarlo, comentarlo en familia y reservar rápidamente los billetes de avión fue todo uno. Más barato ir en avión a París que en AVE a Madrid... que luego vienen los gastos añadidos, sí, pero incluso con ellos...

Total, que llegamos un sábado a París. Nos calamos hasta los huesos buscando el hotel, nos instalamos y salimos pitando a por mi dorsal y bolsa de la corredora. Guille que no veía el momento de subir a la Torre Eiffel. Al final tuvo que quedarse para el día siguiente. Ya estábamos en la fila pero el aviso de que se había cerrado ya el acceso hasta lo más alto nos sacó de allí rápidamente. Me los llevé a cenar a mi crêperie favorita del mundo mundial (bueno, vale, tampoco conozco tanto mundo, pero fuera de la propia Bretaña no he comido nunca mejores crêpes): 142 C.C.  Había que coger fuerzas para la carrera, pero con talento.

Y llegó el gran día. La línea 6 del metro llena de corredoras felices. La salida, a tomársela con paciencia, 40000 dorsales, 30425 corredoras en la clasificación final. A la fuerza había de tocarnos esperar a que nuestra oleada saliera. Pero todo llega y, por fin, pasadas las 11:15 nos tocó el turno.



Desde lo alto de la Torre, mis chicos completaban el reportaje gráfico. No sabría expresar lo que supuso para mí correr por fin esta carrera. Después del chasco de no haber podido correr la 10k del reto sentía que éste era el verdadero objetivo de tanto entrenamiento, pero había pasado todo un verano sin apenas correr, tenía mis dudas de que fuera capaz de completarla. De hecho, hubo momento en que me tentaba simplemente andar y recuperar un rato, pero entre las animaciones de la propia carrera los espontáneos que nos animaban, el avituallamiento en el km 3 con trocito de plátano incluído (que parece que no pero la energía que da sólo un pedacito) y cabeza, cabeza, cabeza. Creo que ya os conté cómo había aprendido en los entrenamientos hasta qué punto es nuestra mente la que nos limita. En esos momentos en que me tentaba parar me forzaba a recordar que sí que podía seguir, a prestar atención a mis sensaciones: respiración normal, ritmo cardiaco en orden... tampoco estoy tan cansada, seamos objetivas, sí puedo seguir. Y además... ¡me he venido hasta París para correr 6,7 km, no puedo pararme ahora! Y sí, momentos mejores y peores (la lluvia casi torrencial por momentos tampoco animaba mucho), llegué al cartel de "ánimo, quedan 700 metros" y sacando las últimas fuerzas de flaqueza recordé las sabias enseñanzas de mis entrenadores del 10k club y entré en meta sonriendo y con los brazos en alto. A partir de ahí, te dejas llevar por la masa... no puedes parar, sigues caminando hasta recoger tu bolsa (subidón al encontrarme la medalla dentro, no recordaba que la daban!)


Finalizada la carrera y de vuelta al hotel, un ratito de descanso, una buena comida reparadora y ¡a seguir disfrutando de París en familia! Otro reto cumplido, el siguiente ha de ser completar por fin esos 10km que se me resisten. El próximo domingo tengo la ocasión de intentarlo. Veremos...



Seguidores