Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

martes, 31 de diciembre de 2019

Los locos años 20

No queda nada para dejar atrás 2019, un año que no pasará a la historia como mis favoritos pero que ha tenido sin duda cosas buenas. En pocas horas daremos entrada a los que espero que como reza mi título, sean de verdad mis locos años 20. Lo serán, seguro, de mis hijos, les pillará en plena adolescencia y más alocada juventud. Aburrirnos seguro que no nos aburrimos.

Pero todavía estamos en 2019 y, sin dejar el año, esta misma tarde he tenido ocasión de probar algo que llevaba tiempo queriendo hacer. ¡Volar! 


Gracias a Terminal Zero Fly y su alucinante túnel de viento he podido acabar el año liberándome al menos simbólicamente de ciertos lastres que venía arrastrando y que no quiero llevarme a 2020. Lo cierto es que simbología aparte (os confesaré que llevaba conmigo escondido entre la ropa un papelito con mi deseo más ambiciosamente loco para el próximo año, tontería o no, quería hacerlo volar), la experiencia de volar me ha gustado muchísimo. Hay quien se encuentra tenso pero yo me he sentido totalmente relajada y libre. Cierto que vas controlada por el monitor pero tengo claro que no me voy a quedar con este bautizo. Quiero aprender al menos los movimientos básicos para ser capaz de moverme sola en el aire así que sin pretenderlo, de la experiencia de hoy ha salido uno de mis propósitos para el año entrante. 

Tengo muchos más, pero el más importante de ellos va a ser centrarme en lo importante. Porque me he dado cuenta de que últimamente quiero abarcar muchas cosas, no me centro en ninguna, y al final, no solo no obtengo resultados de verdad en ninguno de mis objetivos sino que acabo teniendo despistes de lo más tontos en cualquier cosa. Ya me ha pasado esto alguna otra vez y no me gusta. Cuanto antes le ponga punto final mejor. 

Una cosa que sí va a tener prioridad sobre las demás es acabar la tercera parte de mi libro. 

Luego por supuesto me propongo seguir manteniendo un equilibrio en mi alimentación y deporte, pero este año creo que no voy a marcar objetivos específicos en estos ámbitos, me conformaré con no desviarme del camino. 

A nivel personal ya os avancé que tengo trabajillo por delante con cierta persona. A punto estuve ya hace unos días de arrepentirme de mis buenas intenciones pero respiré hondo, dejé pasar el momento y un par de días después estaba lista de nuevo para intentarlo. Me parece que esto me va a costar mucho... me armaré de paciencia.

En familia queremos recuperar esa buena costumbre de ir echando papelitos a un bote con esos buenos momentos que todos vivimos día a día y a veces se nos pasan por no prestarles atención. 

Y supongo que con esto, ya que quiero centrarme, debería dar por cerrados mis buenos propósitos para el año. ¿Has pensado en los tuyos? 

En cualquier caso ¡¡¡FELIZ AÑO!!! nos vemos de nuevo en 2020. 

jueves, 26 de diciembre de 2019

Mi lado más Grinch

No, no me entendáis mal. Yo no odio la Navidad en sí misma, tampoco lo hacía el Grinch, no cuando descubre que en realidad hay algo más que regalos y aparentar.



Del Grinch se rieron por ser distinto y querer ser como los demás en Navidad. Se supone que es una época para compartir, ser mejor persona y demás. Pero no, en el cuento como en la vida real, son fechas para hablar de todo y de todos, juzgar y criticar, gastar ingentes cantidades de dinero en regalos que quedarán olvidados en pocos minutos porque todos, y los niños más que nunca, tenemos demasiadas cosas y no damos abasto para apreciarlas. También son fechas de comer como si se acercara una gran hambruna. Que no digo que no esté bien preparar alguna comida especial para disfrutar con tus seres queridos pero salvo que estos sean todo el equipo olímpico español, no hace falta cocinar para un regimiento ni obligar a nadie a comer hasta la indigestión. Harina de otro costal en, en muchos casos, la gente con la que forzosamente hay que juntarse. ¿Cuántas comidas o cenas acaban en discusiones? está bien verse con aquellos a quienes no ves a menudo pero a veces hay que saber seleccionar también y pasar un poquito de ciertos compromisos. Se trata de disfrutar, no de estar tenso toda la noche. Afortunadamente no es mi caso, pero seguro que más de uno ha asentido con la cabeza al leerme.

Ese tipo de cosas son las que no me gustan de la Navidad. Pero sobre todo no me gusta la inmensa bola de hipocresía en que se han convertido estas fiestas. Mientras unos gastamos dinero a raudales en regalos inútiles y comida a todas luces excesiva para celebrar que hace dos mil y pico años nació un niño en un pesebre porque sus padres no tenían donde dormir, a tan solo unos kilómetros tenemos refugiados malviviendo en campos poco preparados para el frío invernal o inmigrantes tratando de llegar a nuestras costas en busca de una vida mejor, o simplemente huyendo del horror. Con suerte hacemos unos minutos de reflexión y nos proponemos firmemente ser mejores personas para el siguiente año, propósitos que suelen durar menos que las doce campanadas, o simplemente nos quedamos con los ya desgastados objetivos que renovamos un año tras otro sin alcanzarlos nunca.

He visto a mucha gente quejarse este año, y con razón, de que mientras intentan ser razonables con los regalos de sus hijos, en los telediarios nos muestran salones repletos de regalos y felices niños abriendo paquete tras paquete. ¿De verdad tiene que salir eso en el telediario? ¿a nadie le chirría luego la noticia de otra patera naufragada en el mediterráneo? A mí sí, a mí en esas ocasiones me sale mi lado más Grinch y solo me apetece desaparecer del mundo por unos días, al menos hasta que la sangrante hipocresía navideña deje paso de nuevo a la rutina, igual de fea pero al menos más honesta. 

Y no es que me falte espíritu navideño, es que el que creo que mi espíritu no encaja demasiado en este mundo.

martes, 17 de diciembre de 2019

Fin de año, principio de año


Este año ando un poco desubicada porque por diferentes motivos no hemos podido realizar nuestro tradicional periodo de reflexión durante el Adviento. Normalmente para estas fechas ya tenemos bastante analizado el año que acabamos de pasar, hemos reconocido esas cosillas que todos podemos mejorar, y también las que hemos hecho bien, por supuesto, no podemos quedarnos solo en lo malo. También a estas alturas tenemos ya definidos una serie de objetivos que queremos conseguir durante el año entrante y, si se nos ha dado bien la cosa, más o menos una estrategia para lograrlos. 

Esta vez sin embargo no tenemos nada de eso, y me descoloca porque me parece importante para cerrar correctamente etapas. El fin de año no deja de ser una fecha más en el calendario, como el inicio de septiembre, también muy dado a los buenos propósitos, pero simple fecha o no, lo cierto es que es un momento tan bueno como cualquier otro para parar unos instantes y reflexionar. Vamos todo el día corriendo de aquí para allá y haciendo la mayoría de las cosas por inercia, no nos paramos lo suficiente, me temo. 

Así pues, me paro ahora y reflexiono. 

No ha sido un año especialmente bueno. Han pasado muchas cosas y no todas de mi gusto. Tampoco ha sido catastrófico, no pienso dejarme llevar por mi lado drama queen. En la parte positiva debo resaltar que me ha servido para trabajar a nivel personal muchos aspectos de mí misma que en algunos casos hasta desconocía. En la más negativa, me he enfrentado a alguna que otra situación desagradable con alguien a quien consideraba de alguna extraña manera un amigo, a quien por momentos llegué a expulsar casi totalmente de mi vida (todo lo que las circunstancias me permitían) y a quien, finalmente, por una carambola del destino de estas que de golpe te recolocan las prioridades sin comerlo ni beberlo, he decidido dar otra oportunidad. No prometo que salga bien, esto no depende solo de mí y he descubierto serias incompatibilidades en nuestras formas de ser que no estoy segura de ser capaz de cuadrar, pero parece ser que en su momento me caló lo suficientemente hondo para ser capaz siempre de afianzar sus raíces y resistirse a morir. Y para qué mentir, le echo de menos... no he llegado a entender muy bien cómo hemos sido tan tontos los dos como para estropearlo todo tanto, ni estoy segura de que tenga arreglo, pero me gustaría trabajar en ello durante este próximo año. Ya lo estoy haciendo en realidad. 

Como ya os comenté en la entrada de mi cumpleaños, me he enfrentado a algunos de mis defectos que, francamente, ni siquiera era consciente de tener. O sigo en ello, no estoy segura. En cualquier caso estoy puliendo cosillas, sigo trabajando en mi famosa y cada vez menos inalcanzable comunicación asertiva (estoy haciendo progresos, lo prometo, aunque de vez en cuando todavía se escape mi yo agresivo), y hasta estoy planteándome una posibilidad en el ámbito laboral que aunque todavía es remota, empieza a tomar visos de posible, lo que hasta hace solo unos semanas sonaba a utopía. No tengo nada claro que llegue a buen puerto porque en este mundo en que vivimos todo cambia tan rápido que lo que hoy es blanco mañana podría ser verde, o quizás dorado y con brillibrilli. Pero también sigo trabajando en aquello que os conté sobre Maslow, el ego y el desapego, que ya os adelantaba que no sería fácil pero creo que vale la pena.

Otras cosas ya os las he ido contando, mi segundo libro está ya en circulación (por cierto, excelente regalo para los niños estas navidades, no dejéis de pedirme vuestro ejemplar dedicado si lo queréis) y me considero muy afortunada en no pocas áreas de mi vida. Lo del deporte lo llevo regular, o más bien inconstante, como siempre, lo de escribir más de lo mismo... pero bueno, son esas clásicas cosillas a mejorar que siempre se me van quedando de un año para otro porque nunca es suficiente.

Resumen agridulce pues. No acabo de decidirme por si ha sido más agrio que dulce o al revés, supongo que depende de en qué áreas de mi vida me centre. Hablando de ello, no hace mucho volví a hacer una rueda de vida. La descubrí hace años y me parece una herramienta excelente, no solo para ver de un golpe dónde estás, sino también para relativizar, porque muy mal se te tiene que dar para estar fatal en todas las áreas de tu vida. Quizás hasta después de hacerla te sorprendes de lo bien que estás en alguna y ni siquiera te estás dando cuenta. Os lo aconsejo. 

Y yo creo que de momento lo dejo aquí. He parado, pensado y establecido el punto de partida para fijar objetivos para 2020 con sus correspondientes estrategias. Además estamos pensando en una nueva idea para ese acto simbólico que últimamente hacemos la última noche del año. Ya hemos hecho lo de lanzar nuestros deseos en globos, el año pasado escribirlos en papel de semillas y plantarlos... para este año nos ronda otra idea la cabeza pero todavía no puedo contaros, aún no está del todo definido.


Seguidores