Leía yo el otro día en la Elle de noviembre la columna de María Dueñas sobre el discurso del ascensor y la afición española a (cito textualmente): "las conversaciones interminables, irnos por los cerros de Úbeda y a la más temeraria improvisación" Según ella "nos cuesta un esfuerzo inmenso proporcionar informacion sintetizada y bien estructurada" Precisamente por eso es útil el elevator pitch. Para quien no esté muy al tanto del anglicismo de turno (que mira que se nos imponen los anglosajones, como si no tuviéramos vocabulario propio y una millonada de seres humanos hablando nuestra lengua, en fin...), el elevator pitch viene de la idea de que si te encontraras en un ascensor a alguien interesante para promocionarte a tí o a tu idea sólo tendrías un par de minutos para contársela y convencerle. Así que no vale el irnos por las ramas, la información debe ser clara, concisa, concreta e impactante. Desconozco si será cierto o no que a los españoles nos cuesta elaborar un mini discurso con estas características, pero no cabe duda de que tenerlo previamente preparado y ensayado puede constituir una ventaja importante si queremos evitar que el posible inversor (o contratador) acabe como el de la viñeta:
Y pensaba yo en lo que me cuesta a mí prepararme y ensayar las cosas, sobre todo en comparación con mi hija. Somos polos opuestos en ese sentido. Ella repasa y repasa y repite y repite y ensaya y ensaya. Yo por más que quiera ponerme a prepararme un pequeño discurso, es que no puedo... siempre acabo improvisando. Por suerte para mí, no me cuesta esfuerzo sintetizar (será la costumbre) ni remarcar los puntos más importantes y tengo cierta facilidad para adaptarme a los tiempos impuestos (dentro de un orden, que tampoco tengo una varita mágica) pero sí que envidio esa capacidad de trabajo de mi hija, para un examen, para una presentación en el cole. No se queda satisfecha hasta que no lo ha repetido varias veces y está totalmente segura de saber exactamente lo que tiene que decir y cómo. Creo que tenemos mucho que aprender la una de la otra. No me cabe la más mínima duda de que yo debería prepararme al menos mínimamente mis presentaciones en vez de confiar siempre en la improvisación, que nunca está exenta de jugarte una mala pasada, y a ella seguro que le vendría bien un poco menos de rigidez. Las cosas no siempre salen como esperas y ser capaz de reaccionar a ellas en el momento, sin un plan al que ceñirte, a veces es determinante.
Esto es como ser de Nesquik o de Cola cao me temo... ¿de qué tipo sois vosotr@s? ¿improvisadores nat@s o planificadores compulsiv@s?