Los encontramos todos los veranos... en lo que llevamos de este hemos tenido que ver un niño al que dejan en el coche durante horas, otro que se ahoga en la nueva playa fluvial del Ebro, y el último, un bebé de tan sólo 25 días encerrado en el maletero.
Todos han sido accidentes, simples descuidos, pero la verdad es que no puedo entenderlo. Vaya, yo soy despistada, lo reconozco, hasta a veces, cuando veo estas cosas llego a pensar si no podría pasarme también a mí. Y bueno, es cierto, nadie está libre de cometer un error así. Seguro que estos padres habían visto las mismas noticias año tras año y, como yo, como todas nosotras, habían pensado que a ellos nunca les pasaría algo así.
Pero ¿dejarse a un hijo en el coche? no me lo puedo imaginar. Lo de las piscinas ya... todos sabemos que a un crío no se le puede perder de vista ni un segundo, en ninguna situación, y menos cerca del agua, pero ¿cuántos lo hacemos de verdad? reconozcámoslo, tarde o tempr;ano en algún momento nos despistamos, y sí, vale, normalmente no pasa nada. Pero ¿y si pasa? Vale, no es lo mismo descuidarse en casa y que el niño coja algo que no debe o se caiga de la cama; que olvidárselo en el coche mientras nos vamos a una reunión; o a hacer unas compras o que se aleje de nosotros en la piscina o la playa y acabe ahogándose; o no darnos cuenta de que el niño va en el capazo que acabamos de meter en el maletero. Y sin embargo, también hay accidentes domésticos que pueden tener un final fatal. Yo creo que a todos se nos han puesto los pelos de punta alguna vez al ver lo que podía haberle pasado a alguno de nuestros hijos, ¿no?
Y es que con los críos toda precaución es poca. Les basta un segundo para liarla y nosotros somos sólo simples personitas, humanos con todos sus defectos. No podemos estar siempre al 100%, ni en el trabajo, ni en casa, ni en cualquier otro aspecto de nuestra vida. Nos cansamos, nos estresamos, tenemos momentos malos, peores, buenos y fantásticos; momentos en los que sólo deseamos tumbarnos largos, a ser posible totalmente solos y descansar sin pensar en nada. Pero los padres no tenemos ese derecho, al menos no con los niños a nuestro cargo, claro. Ser padres requiere dedicación exclusiva, pero ¿quién es capaz de algo así? yo creo que nadie. Tarde o temprano flaqueamos, y esos momentos de debilidad son suficientes para que pase lo inimaginable. La capacidad de provocar catástrofes de un pequeñajo es inconmensurable.
Y no es que ésto exima a ningún padre de su responsabilidad. Los niños son sólo niños, no tienen consciencia del peligro y, en ocasiones, ni siquiera tienen opción de hacer nada. Se me ponen los pelos de punta de pensar en una pobre criatura muerta de sed en un coche al sol, llorando desesperadamente sin que nadie pueda escucharlo ni atenderlo. Tanto me da que sea un niño sujeto a su silla de seguridad, desde la que nada puede hacer, que un bebé en su capazo dentro de un maletero. Pero incluso el niño que corretea por la playa... sólo quiere jugar. Es responsabilidad de sus acompañantes estar pendientes de él. Hace poco nos pasó en el embarcadero del Ebro. Una vez que has llegado abajo ya no hay protección de ningún tipo. Pasas directamente de la pasarela a la barca, y si la barca no está, al río si te descuidas. Pues bien, había un chavalín correteando por toda la pasarela alegremente. Todos estábamos pendientes de él pensando que aún nos tocaría tirarnos al Ebro a sacarlo cuando se cayera y sus padres tan tranquilos hablando con amigos... En esa ocasión tampoco pasó nada, pero ¿y si se hubiera caído? sus padres desde luego no estaban lo suficientemente cerca para reaccionar a tiempo.
Y repito, nadie está libre de pecado y también yo he tenido un par de despistes con mis hijos que podrían haber terminado muy mal, como seguro que los habéis tenido también vosotras. Pero sigo pensando que hay despistes y despistes...
En cualquier caso, es espeluznante lo frágil que es nuestra existencia, ¿no? y no hablo sólo de quien muere. ¿Os imagináis en qué se convierte la vida de quien ha perdido a su hijo por un despiste? yo creo que de eso no se recupera uno nunca... al menos no creo que yo pudiera hacerlo.