Me matan las excusas, creo. Siempre surge alguna. Hoy no me da tiempo, hoy llueve, hoy hace demasiado calor... Me conozco, sé que debo planteármelo como obligación y además planificarlo bien para no caer en una de ellas. También sé que me beneficia ponerme pequeñas recompensas, pero sólo me funcionan la primera semana, luego ya dejan de ser incentivo. Y dejan de serlo porque la recompensa falsa no puede ser nunca la motivación para nada. La motivación tiene que ser real. Hay que encontrar nuestro auténtico porqué, pero reconozco que no siempre lo tengo claro, o quizás no es tan fuerte como para mantenerme en el camino.
En fin, que mi cabeza va más rápida que mis dedos y esto lleva camino de convertirse en un auténtico auto-análisis psicológico, que me veo venir, y este blog es lo que es, pero no es ningún diván así que lo dejo aquí. Os reitero mis buenas intenciones para los meses venideros a ver si, a base de pregonarlas, acabo por cumplirlas, sobre todo la de ir en bici al trabajo, que no será por no habérselo dicho ya a todo el que me ha querido escuchar pero ni por esas... esta semana lo hago, lo prometo (no me ha visto nadie cruzar los dedos, ¿verdad?) El viernes os cuento si he cumplido la promesa. Podéis reñirme sin piedad si no es así.
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