Así que nos hemos metido Sofía y yo entre fogones y, con cuidado (como siempre) de evitar la contaminación cruzada, hemos cortado en rebanadas nuestro pan sin gluten, y, por lo demás, hemos seguido casi al pie de la letra nuestra clásica receta para torrijas. Precauciones para el #singluten... la canela. Ojo, no todas las marcas garantizan la ausencia de trazas. De hecho, fallo y gordo, no me acordé de comprar una de las marcas aptas (Dany o Carmencita por ejemplo) y la que tenía (de la época pre-celiaca en casa) no garantiza nada, por lo que no nos hemos atrevido a mezclar canela con el azúcar al espolvorearla luego. No importa, están ricas igual, pero como ya voy cambiando poco a poco las especias que me quedan por otras aptas, para la próxima vez ya no tendremos ese problema.
Buena pinta, ¿eh? Luego me he liado con el primer plato, que no tenía yo muy claro qué hacer, pero mira, de estos días que tiras de restos y acaba saliéndote algo bien rico. Tenía medio bote de garbanzos cocidos, no muchos pero todo es combinarlos bien. He tirado de restos varios de verduricas. Un refrito de cebollica, trocitos de calabaza, calabacín y zanahoria, unos trozos de patata, se le añade un poco de agua, sal, etc. al gusto, yo le he puesto también una pastilla de caldo de pescado, (ojo, sin gluten también, que no todas valen), aunque no soy muy amiga de añadir estas cosas. En cuanto empieza a hervir unos trocicos de bacalao y los garbanzos ya cocidos y se deja a fuego lento que se termine de hacer y se mezclen bien los sabores. Riquísimo nos ha salido.
Pendiente tengo de probar unos buñuelos de bacalao que ví en webosfritos, a ver cómo adapto las harinas, ya os contaré. Y he visto también por facebook, que ya me lo he guardado en la recámara estas croquetas de bacalao. Ya os contaré también.
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