La vida era muy
cómoda en el país de todavía no. Allí vivían miles y miles de etéreas
criaturas. Durante largos años, sus vidas transcurrían plácidamente, pero, de
repente, un día, comenzaban a oír extrañas voces. No eran voces reales, eran
mensajes que llegaban directamente al alma: de corazón a corazón. Al principio
no hacían mucho caso, excepto los más curiosos, que acudían rápidamente a la
llamada. La mayoría se hacían los sordos un tiempo, pero todos, tarde o temprano,
tenían que acabar por admitir que desde algún sitio los estaban llamando, les
pedían que fueran. Pero ¿a dónde? Nadie a quien consultaran podía darles
respuesta. Sólo podían contar que de aquellos que habían acudido a la llamada
nunca más se había sabido. Eso les inquietaba, claro, pero también tenían
cierta curiosidad. ¿Qué habría más allá de su plácido mundo? Todos coincidían
en que, con el tiempo, las voces se hacían cada vez más fuertes, pero también
más atractivas. Tenían un tono apremiante, sí, pero también dulce y cariñoso.
Poco a poco todos esos comodones seres iban cediendo a las llamadas y así
comenzaban un fascinante viaje.
En
el momento en que Bebé decidió seguir la llamada, algo se iluminó en su
interior y, como una chispeante bolita, fue lanzado a gran velocidad hacia el
infinito. En pocos segundos, aterrizó en una especie de bolsa llena de
gusanitos tremendamente inquietos. Casi sin darse cuenta, fue absorbido por uno
de esos gusanitos y una tremenda actividad comenzó a desarrollarse en el interior
de la bolsa. Uno tras otro, los gusanitos fueron saliendo de ella a través de
un largo tubo que los condujo directos a lo que parecía una caverna, con una
gran bola al fondo. El gusanito que lo había absorbido empezó a adquirir
velocidad, adelantando rápidamente a todos los demás y, sin pensárselo dos
veces, se zambulló de cabeza en la bola. Parecía haber quedado totalmente
encerrado pero la verdad es que era un lugar muy acogedor; suave, tibio y
blandito. A su lado descansaba el gusanito, del que había salido despedido nada
más entrar en la bola. Casi sin darse cuenta, Bebé se quedó totalmente dormido.
Habían sido demasiadas emociones desde que decidió aceptar la misteriosa
llamada y aquella bolita era tan cómoda...
1 comentario:
Que recuerdos!! Muaaaa
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