Sin más os dejo con el nuevo fragmento:
Aquella noche,
sin embargo, Esther volvió a tener uno de sus sueños. No le había vuelto a
pasar desde que conocieron por fin a su tataratatarabuela, ni siquiera con su
pijama mágico. A la mañana siguiente se despertó algo asustada y confusa sobre
los detalles del sueño pero con las ideas mucho más claras sobre lo que había
ocurrido. Y enseguida le contó a su hermana lo que recordaba: un dragón llegaba
volando y se colaba en su habitación rugiendo y echando llamaradas por sus
ardientes fauces. Estaba muy enfadado y no hacía más que gritar que le habían
robado lo suyo y que a cambio quería el libro. Después todo se volvía confuso
por el humo del fuego que empezaba a prender por todo el cuarto. De repente era
la bruja la que aparecía de la nada y le decía a Esther que no se preocupara
por las amenazas del dragón, que no podía hacerles ningún daño, pero que
tuvieran buen cuidado de que el libro no cayera en manos de nadie, incluso si
para eso debían utilizar la pirámide.
Las dos hermanas
pasaron un buen rato discutiendo sobre lo que todo aquello podía significar.
¿Debían viajar en el tiempo para ocultar el libro? Pero estaban convencidas de
haber encontrado un buen escondite. ¿Hasta dónde conocería el ladrón sus
hábitos? ¿Era posible que las hubiera seguido el sábado hasta la tienda? Si
sospechaba que podían haberlo ocultado allí no le sería tan difícil descubrir
el escondrijo… con lo seguras que estaban ellas de haberlo hecho bien... ahora
ya no sabían qué hacer. Si al menos pudieran consultarlo con su
tataratatarabuela…
Decidieron salir
con su perro, llevarlo cerca de la tienda por si él detectaba algún peligro. No
era una opción muy segura, pero tampoco se les ocurría nada mejor por el
momento. Pensaron que volver al sótano de la tienda para sacar el libro sería
más sospechoso que no hacer nada.
Así, se pusieron
calzado cómodo y salieron con Dog a dar uno de esos largos paseos que tanto le
gustaban. Con las orejas de punta y el rabo moviéndose a toda velocidad en
señal de felicidad, Dog las fue llevando por donde se le ocurrió, aunque como
era un perro muy listo, a las primeras indicaciones de las niñas ya fue capaz
de intuir por donde querían ir y lo que esperaban de él. Las llevó pues, dando
algún que otro rodeo por los parques de su preferencia, hacia la tienda. No se
acercó demasiado pero sí se entretuvo en la plaza de enfrente, olisqueando aquí
y allá. No era un comportamiento que pudiera llamar la atención de nadie, desde
luego, pero con eso se aseguró de que no había pasado por allí la misma persona
que había irrumpido en el dormitorio de sus amitas. Satisfecho con su
inspección, tiró de la correa para seguir con su paseo, ahora ya libre de toda
obligación.
El libro pues estaba seguro, al menos de
momento. Durante la caminata, sin embargo, las niñas no dejaron de estar
inquietas y comentar una y otra vez el sueño de Esther, aunque no fueron
capaces de llegar a ninguna conclusión. Tendrían que esperar acontecimientos…
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