Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

jueves, 31 de diciembre de 2020

Adios 2020

¡Qué lástima! un año que parecía tan bonito, 20 20, los locos años 20 que decía yo tan feliz. Bueno, solo ha sido el primero, veremos qué nos deparan los siguientes pero ¡vaya comienzo! Y en fin, tampoco es que sea ni mucho menos la primera pandemia que azota el mundo, pero quizás sí sea la primera que se vive de una forma tan global y, sobre todo, desde esta perspectiva que tenemos todos últimamente de que no puede uno morirse de nada. No me malinterpretéis. Solo digo que hasta no hace tantos años la gente asumía que una parte de sus hijos se iban a morir, que no llegarían a demasiado viejos... esas cosas. La muerte se veía como parte de la vida de una forma más natural, creo. Los avances de la medicina han sido tan tremendos (afortunadamente, ya os digo, no me entendáis mal) que ahora parece que tengamos que ser capaces de vencerlo todo, pero no es así. Y aún con todo, hemos conseguido la vacuna en tiempo récord, hemos sido capaces de implantar (con mayor o menor éxito) medidas que han demostrado ser efectivas para controlar la expansión del virus (otra cosa es que sean sostenibles en el tiempo o que la responsabilidad individual y social sea la que es)  Sin embargo, algo en lo que creo que hemos fallado estrepitosamente ha sido en encontrar un equilibrio. No me parece razonable que haya tantísima gente mayor que se haya quedado sola durante meses, que hayan muerto tantos pacientes sin poder despedirse de sus familias, que se haya abandonado a su suerte a personas con necesidades especiales, que necesitan sus cuidados diarios, sus terapias, sus rutinas y que han sufrido tremendos retrocesos en su desarrollo.



El caso es que, con la perspectiva de que a lo largo del año que viene podamos ir recuperando poco a poco la normalidad, llegamos todo a esta nochevieja con esa sensación de que por fin nos libramos de un año aciago, aunque no sea exactamente así. No olvidemos que 2021 va a empezar con rebrotes, de mayor o menos calibre eso ya lo veremos, según nos hayamos portado todos estas fiestas (miedito me da) y que aún nos quedan unos cuantos meses duritos antes de remontar.


Y pese a todo, 2020 nos ha dejado algunas perlas para la reflexión ¿no os parece? A mí particularmente se me ha quedado grabada la extraordinaria recuperación de la Tierra durante ese confinamiento global al que nos vimos sometidos. Y sin embargo, ¡qué poco nos costó volver a las andadas! y bueno, otras cosas en las que no me apetece meterme ahora, los que me conocéis ya sabréis por dónde voy. 


A mí particularmente no me ha ido mal, debo reconocerlo. No hemos tenido sustos en cuanto a salud y el trabajo nos ha ido bien, también a los chicos con las clases online. Es mucho más de lo que tantas y tantas personas pueden decir. Este resumen de año es por tanto algo distinto al que suelo hacer. Me quedo con lo positivo y renuncio a engancharme en lo negativo. He logrado algunos de mis objetivos y me enfrento al 2021 con fuerzas renovadas para lo que me quedan por conseguir. Todos esperamos mucho de 2021 pero no debemos olvidar que es mucho lo que depende de nosotros mismos. No vale eso de depositar nuestras esperanzas en un número, o en una estrella fugaz, o en un deseo pedido al soplar una vela, o lanzado al aire, o enterrado en papel de semillas... para este próximo año tengo deseos sí, eso no pueden faltar nunca, pero sobre todo tengo objetivos.




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