Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

domingo, 11 de diciembre de 2016

Vicios sociales

Hace un tiempo discutía con una amiga sobre el café, si es bueno o malo, si no es tan malo como lo pintan, si crea adicción... yo en ese momento estaba tomando mucho café cada día pero no consideraba estar enganchada a él. Recordaba también lo fácil que me había resultado dejarlo totalmente cuando pensé que de cara a mis embarazos sería mejor no tomarlo. 

El caso es que poco después de esa discusión empecé un nuevo trabajo, en una empresa en la ¡no se toma café! Superado el estupor inicial y la primera idea de llevarme mi termo por las mañanas, decidí que sería una buena ocasión para desintoxicarme un poco de cafeína, a pesar de que sigo manteniendo que un par de cafés al día no sólo no son malos sino que son incluso beneficiosos para el organismo. 

El caso es que, bueno o malo, desde que empecé a trabajar allí me he acostumbrado a tomarme sólo un cortadito justo antes de salir a casa y luego ya infusiones varias durante el día. ¿Me ha costado reducir tan drásticamente la cantidad de café? absolutamente nada. Me he dado cuenta, de hecho, de que era más bien una costumbre, aprovechar una pausa de mi marido para tomar un café juntos, tomar un café con amigos, con mis padres... es más un vicio social que una verdadera necesidad para mí. 



Por cierto, el café me gusta negro y cargado. Lo digo por si alguien me quiere invitar un día (nunca digo que no a un buen café), que no se le ocurra llevarme a uno de estos sitios tipo Starbucks... acaban de abrirnos un Zaragoza, en Puerto Venecia concretamente. He oído que el día de la apertura había filas tremendas para acceder a él. Os aseguro que no me encontraréis en una de esas filas. Ah, y si me vais a invitar a un café y lo hacéis allí no os extrañéis si os miro mal por unos momentos. Luego probablemente la amistad sea más fuerte que la "ofensa" y hasta encuentre algo bebible (a lo que desde luego no llamaré café) en el establecimiento. Ya estuve una vez en uno de ellos y sobreviví, probablemente lo haría otra vez pero tampoco quiero tentar mucho a la suerte. 

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