Hace poco fui invitada a hablar sobre literatura infantil y juvenil en un acto programado por la editorial "La Fragua del Trovador" como parte de las celebraciones de su décimo quinto aniversario.
Podéis ver el vídeo aquí pero os dejo también el texto original que preparé para la ocasión porque bueno, una cosa es lo que preparas y otro lo que luego improvisas, ¿verdad?
Buenas tardes a todos y gracias por venir. Siempre es un placer
encontrar a tanta gente interesada en un acto literario. Y más aún cuando está
organizado por una editorial que no duda en dar una oportunidad a escritores
noveles. Ya sabéis lo que dicen sobre tener un hijo, plantar un árbol y
escribir un libro, que lo difícil no es eso, lo difícil es criar al hijo, que
el árbol agarre bien y crezca y, el más difícil todavía; publicar el libro. Yo
llevo muchos años escribiendo, no sólo infantil, he escrito de todo, me he
presentado a un montón de concursos, he enviado mis manuscritos a toda
editorial en la que se me ha ocurrido que pudieran encajar, pero fue La Fragua
del Trovador la que confió en mí para su colección puzzle.
He oído muchas cosas sobre la literatura infantil y juvenil. Los
datos parecen decir que goza de buena salud, y es normal, digan lo que digan, a
los niños les gustan las buenas historias. Al principio que se las lean, eso
les gusta a todos y luego, ay, luego se complica. Cuando tienen que ser ellos
quienes las lean. No deberíamos perder nunca del todo esa buena costumbre de
leer en voz alta para la familia, probadlo, os gustará. Hace poco me
preguntaron si no era mucho más difícil escribir ahora para niños de lo que lo
era escribir para nosotros. No les faltaba razón, las nuevas generaciones están
habituadas a la inmediatez, a que todo ocurra muy rápido y en muy breves
periodos de tiempo. Los libros no van tan rápido, por eso sí es importante un
buen comienzo, que les enganche rápido, para que no se aburran y lo dejen en
busca de algo más trepidante. Pero qué difícil es empezar con tanta garra, las
buenas historias necesitan ir cociéndose despacito. Y sin embargo, qué grandes
obras infantiles se han escrito. Hace unos años vi en twitter, que ya sabéis lo
alcahuete que es, algo que me puso los pelos de punta; una chica de nombre
Diana se dirigía a un conocido autor zaragozano con el siguiente tweet: "Por favor, @DavidlozanoG,
explícale a mi profesor de Lengua que la Literatura Juvenil no es para incultos
subnormales"
Tremendo, ¿verdad? Si un profesor
de literatura es capaz de soltar semejante perla, ¿qué podemos esperar? O mejor
aún, ¿qué podemos hacer nosotros? Si tenéis hijos sabréis que basta que se les
insista en que hagan algo para que tiren por lo contrario. ¿Se puede obligar a
alguien a leer? Por poder, se puede. Pero no me parece la mejor opción. Si en
casa hay libros, se dedican ratos a la lectura, y se ha leído en voz alta a los
más pequeños, la evolución natural es que cuando crezcan sigan leyendo. Pero
para eso hay que poner a su disposición todo tipo de lecturas, no sólo las que
nos parezcan buenas. A veces querrán leer el último experimento literario del
youtuber de moda, que lo lean. Les dará por los cómics, tan denostados, los
pobres. Que los lean. Hay novelas gráficas brillantes y universos enteros
creados magistralmente mano a mano entre escritor y dibujante. Porque esa es
otra, elemento fundamental en toda literatura infantil que se precie. Los
ilustradores. No sé qué haría yo sin el mío: Alejandro Navarro. Yo que dibujo
mucho peor que cualquiera de mis lectores más pequeños. Y lo importante que es
para ellos que el texto esté acompañado por esos dibujos. Lo veía cuando mis
hijos eran más pequeños, leían el texto y se quedaban ensimismados observando
la ilustración que lo acompañaba. Escudriñando hasta el último detalle,
cuadrándolo con la imagen que ellos mismos se habían hecho de lo leído y sí,
también buscando discrepancias. El público infantil es muy exigente. Es un gran
error minusvalorarlos. También me parece un error escribir con un lenguaje
demasiado simplificado. Son niños, no tontos. Y la lectura es una forma más de
aprender cosas, entre otras nuevo vocabulario. También es un gran muestrario de
realidades, como las nuevas familias o las relaciones poco convencionales y sin
embargo cada vez más habituales.