Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Cerrando 2014


Un año más que se me ha pasado volando y, esta vez, lo termino con un sentimiento agridulce. No puedo decir que haya sido un año malo ni mucho menos. Como dice mi amiga Rocío, de corriendo sin zapatillas, disfruto de una familia estupenda, mis necesidades básicas están más que cubiertas y tengo una salud de hierro. Es un año que he disfrutado muchísimo, tanto personal como laboralmente pero me queda la desagradable sensación de no haberme esforzado lo suficiente en demasiadas cosas. Sí, ya sé, lo de no cumplir los propósitos de año nuevo es un clásico pero esta vez es diferente. ¿Por qué? ni idea... seguro que es una mezcla de muchos factores pero para este año que entra, más que buenos propósitos, creo que necesito replantearme algunas cosas. Quizás esté un poco desaparecida entre tanto, o quizás justamente al revés, quién sabe. Sea como sea, ¡Feliz año a tod@s! y recordad:

"Mañana es la primera página de un libro de 365 páginas del que tú eres el personaje principal. ¡Escribe una historia inolvidable!"




viernes, 19 de diciembre de 2014

Relato navideño

Ando falta de inspiración bloggera últimamente pero a cambio por fin este año he cumplido mi propósito de participar en el concurso de relatos navideños del colegio de mis hijos. Todos los años digo que lo voy a hacer y se me acaba pasando la fecha pero esta vez me puse en manos de Sofía y me ha llevado como una vela. Como para no presentar relato... así que, agradeciendo a la pequeña sargento su vigilancia y entusiasmo, tengo el placer de comunicaros que mi relato resultó ganador en la categoría de adultos y, como es cortito (por imperativo legal), he decidido felicitaros la navidad compartiéndolo con vosotr@s aquí. Espero que os guste. 



UNA NAVIDAD SIN JUGUETES

Todo lo que había visto, todo lo que había escuchado, todo lo que había pensado y sentido hasta el momento no valía para nada. Al final, la que parecía ser la mayor catástrofe de su vida, iba a resultar una bendición.

Como empresario del sector juguetero, tercera generación de su familia al cargo de la gran fábrica, orgullo de su pueblo natal, nunca había encontrado mayor sentido a la navidad que trabajar mucho y ganar mucho dinero. Hacia el mes de septiembre, la actividad en la fábrica se volvía febril, pero por mucho que trabajaran, por mucho que planificaran, los pedidos seguían sucediéndose hasta ultimísima hora. Ni Papá Noel ni los Reyes Magos le habían dado nunca respiro. Invariablemente, los últimos días del año se multiplicaban las horas de trabajo y, por lo general, hasta el día 7 de enero no había descanso ni para él ni para sus empleados.

El año 2014 había sido diferente. A finales de agosto ocurrió algo terrible. Manuel siempre había presumido de las espectaculares vistas desde su despacho en la fábrica, sobre todo en otoño. Desde sus amplios ventanales se veía el frondoso bosque, trepando, exuberante, por las colinas a cuyo pie su abuelo había construido, con gran esfuerzo, su fábrica, la niña de sus ojos. Pero aquel verano había sido especialmente seco y el despiste de algún turista poco cuidadoso desencadenó un devastador incendio. Era domingo así que, afortunadamente, la fábrica se encontraba desierta cuando el infierno de las llamas la alcanzó pero el alivio por no tener que lamentar pérdidas humanas le duró poco. En pocos minutos Manuel fue consciente de haberlo perdido todo. La campaña navideña estaba a punto de comenzar y este año serían incapaces de fabricar ni uno sólo de sus apreciados juguetes.

Durante meses Manuel se había sumido en la más profunda desesperación, ni los esfuerzos de su familia, ni las buenas noticias que llegaban de la compañía de seguros, de la constructora que ya había comenzado con las labores de reconstrucción, nada conseguía animarle. Sólo podía pensar en el dinero que iba a perder en estas navidades, en los clientes a los que no iba a poder satisfacer y que, quizás, encontrarían otro proveedor que les gustara incluso más, ¿qué haría si no volvían nunca a comprarle? Sentía que su vida estaba acabada.

Pero llegó diciembre. En el colegio de sus hijos empezaron las actividades navideñas y, por primera vez en su vida, tuvo tiempo para asistir a ellas. Pudo ir a los talleres con padres de las clases de su hijo mayor y de las gemelas. Pudo asistir a los festivales de fin de curso, maravillarse con el talento de sus hijos. No tenía ni idea de que las gemelas cantaran tan bien ni de que el mayor actuara con semejante pasión. Por primera vez en su vida acompañó a su mujer a visitar a la familia y hasta se animó a ayudarla en el rastro con el que todos los años colaboraba. Descubrió todo un mundo que siempre le había resultado ajeno. Poco a poco empezó a ser capaz de ver más allá de la desgracia del incendio de la fábrica. Empezó a ser consciente de que en realidad no iba a perder tanto. Tenía una buena cobertura de seguros, perdería una campaña, sí, pero no su negocio. Y a cambio estaba descubriendo tantas cosas. ¿Así que aquello era a lo que llamaban espíritu navideño? Ayudar a los demás, pasar más tiempo en familia, incluidos aquellos que vivían tan lejos y volvían al pueblo para pasar estas fechas juntos. Por fin había llegado el día 24 y, por primera vez en su vida, llegó a tiempo para cenar con su familia. Las sonrisas y miradas iluminadas de sus hijos, felices por tenerle por fin en casa en Navidad, le enseñaron que todo lo que había visto, todo lo que había escuchado, todo lo que había pensado y sentido hasta el momento no valía para nada.

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