Ayer estuve en el cole, en una de esas charlas para padres de las que nunca sabes qué se puede esperar. En este caso el título era: "caprichos, ¿por qué no?" un título poco literario sí, el propio ponente reconoció que no lo había puesto él y que le parecía feísimo pero que bien pensado, en realidad resumía perfectamente la esencia de su charla así que lo había dejado.
Dejadme que os hable primero del ponente: marianista y psicólogo. Ya, visto así, en frío piensas, uff... otra charla más de un psicólogo sin hijos lleno de teorías maravillosas pero que no se ha visto en el mundo real de los hijos en su vida... pues mira no. Parece mentira que el hombre fuera psicólogo por el aplastante sentido común que se gastaba (¡y cómo desmitificaba a corazón abierto y sin anestesia teorías psicológicas que tenemos metidas en la sesera hasta hacernos daño!) y parece mentira que no tuviera hijos... aunque bueno, siendo psicólogo en un colegio, con bastantes críos se las ve, supongo...
El caso es que la sesión fue realmente buena. Muy interesante el planteamiento, desde los propios orígenes del problema hasta el futuro de esos niños consentidos de hoy, sin detenerse tanto en el problema inmediato como en el por qué y para qué.
Nos contó muchas cosas interesantes. Trataré de resumir en unos cuantos puntos clave:
1. vivimos en una sociedad que busca el placer inmediato y evita el sufrimiento. Se nos ha olvidado que la felicidad no consiste en estar siempre bien. Problemas tendremos siempre, malos momentos también. Ser feliz consiste en saber hacer frente a esos problemas y manejar esos malos momentos, no en evitarlos. Quien se concentra en sortear los obstáculos del camino se queda en el camino, no llega nunca a su destino.
2. un niño que nunca ha recibido un no, no ha aprendido a hacer frente a la frustración y por tanto es un adulto infeliz.
3. la vida a veces es injusta sin más, porque sí. Los niños no tienen porque entenderlo todo ni hace falta dialogarlo siempre todo. A veces las cosas son porque sí, porque lo digo yo. Y cuanto antes aprendan eso, más preparados estarán para el día en que les digan "estás despedido porque sí, porque lo digo yo que soy tu jefe" o cosas mucho peores.
4. La teoría del disco rayado; eso de dialogar las cosas está bien... a veces... Cuando un niño se mete en el círculo cerrado del "quiero la piruleta" la primera vez le puedes explicar que no se la das porque vais a comer enseguida pero si sigue con la cantinela del "quiero, quiero, quiero" no sirve de nada insistir en el razonamiento, no te escucha. El "no" sin más de nuestros padres, es perfectamente válido hoy en día. La primera vez se explica, las 568 siguientes, se dice simplemente NO. Y hay que ser firme además, porque al final el niño aprenderá que cuando dices no, es no, y no esperará las 568 siguientes respuestas. Hará caso a la primera (vale, esto es un poco teoría, en la práctica no es tan fácil pero lo que sí es cierto es que como le enseñemos que basta con insistir lo suficiente para que al final cedamos, claro lo llevamos)
5. Nos será más fácil resistir las rabietas de nuestros niños sin flaquear (típico caso de niño pataleando en el súper con todo el mundo mirándonos) si tenemos claro por qué no hay que darles todos los caprichos (o sea, qué tipo de adulto queremos que sea)
6. La motivación no cae del cielo. O al menos no siempre. Está muy bien trabajar motivado pero si no lo estás, hay que trabajar igual. Y ahí entra en juego la voluntad, el esfuerzo. ¿Qué clase de adulto será un niño que no ha sido educado en el esfuerzo como modo de conseguir las cosas? ¿y qué enseñamos a nuestros hijos cuando les damos todo lo que piden a la primera y sin rechistar? ¿o peor aún cediendo después de rechistar unas cuantas veces? seamos firmes. Si es no, es no. Y si piden algo que consideramos que es bueno para ellos, ¿por qué dárselo sin más? (al menos no siempre, tampoco hay que irse de extremo a extremo) ¿por qué no hacer que se lo gane?
Recuerdo una vez en que Guille me pedía un cochecito. Típico cochecito zarrioso con caramelos que te cuesta un euro. A mí me daba igual comprárselo, la verdad, pero no me apeteció dárselo sin más. Le propuse un trato. Si durante todo el fin de semana recogía sus juguetes después de usarlos el lunes le compraría el cochecito. Con ello intentaba enseñarle dos cosas: a esperar (las cosas no siempre se consiguen YA) y a ganarse sus caprichos. ¿Sabéis qué? por circunstacias, el lunes al final no pudimos ir a por el coche pero fuimos el martes (y supo esperar muy bien) y se puso mucho más contento que si se lo hubiera cogido el jueves por las buenas.
Esto me recuerda algo sobre los famosos refuerzos. Están bien para una situación puntual pero no como norma. Y si se usan, una vez conseguido el objetivo hay que ir retirándolos. Estamos enseñando a los niños a hacer las cosas por una recompensa externa. Y a veces las cosas hay que hacerlas porque sí, porque te lo mandan, o simplemente por tu satisfacción personal. Los niños tienen una capacidad de autosatisfacción tremenda, ¿por qué nos empeñamos en atrofiársela con estímulos externos? Recuerdo el día en que Guille me vino hiper contento y pegando saltos de alegría porque se había quitado la bata él solito (botones, gran caballo de batalla a los 3 años) ¿habría funcionado mejor un estímulo externo? lo dudo...
En fín, no sé, se nos habló de muchas cosas y seguro que me dejo algo importante, pero ¿veis por dónde voy, no? se trata un poco de recuperar viejos valores. El esfuerzo, el enfrentarse a los problemas y no tratar de evitarlos, la satisfacción de superar retos... pero sobre todo, sobre todo... ser capaz de dejar de lado un placer inmediato para conseguir algo mucho mejor en el futuro.
Quizás deberíamos escuchar más a nuestros abuelos... ellos vivían de otra manera. En algunos aspectos peor, sin duda, pero en otros muchos indudablemente más sana (psicológicamente hablando al menos)
Por cierto, lectura recomendada (si no lo habéis leído ya, ya tardáis): "Charlie y la fábrica de chocolate", De Roald Dahl el rosario de niños malcriados que presenta es brillante. Algo exagerado quizás, no digo que no, pero ¿tanto? Como tantos otros, es en teoría un cuento infantil, pero muy interesante para adultos. Como "Momo", de Michael Ende, una de las mejores reflexiones sobre el uso del tiempo en nuestra sociedad que he leído nunca.
¿Qué pensáis? se abre el debate...